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sábado, 3 de octubre de 2009

majadería sostenible

Hoy leo en La Voz de Galicia la noticia de titular El nuevo alumbrado de la ciudad permitirá ahorrar 69.000 euros al año. En el texto que desarrolla la noticia aparece lo siguiente:
Se trata, según comentó (el alcalde, Javier Losada), de un servicio más eficiente, sostenible y seguro para los vecinos, y para el que el Ayuntamiento destinó 3,2 millones de euros. (…) Además, el ahorro económico para el Ayuntamiento es de 69.000 euros al año y las emisiones de CO2 a la atmósfera se reducen en más de 300 toneladas al año.

Si ahorramos 69.000 € al año con una inversión de 3'2 millones tardaremos 45 años en amortizarla. Yo no lo veo tan claro. Y estoy despreciando los estratosféricos gastos financieros, que sólo en una pequeña parte pueden reducirse por los aumentos del precio de la electricidad.
Queda la posibilidad de que las 300 toneladas de CO2 compensen el esfuerzo económico. Como no tengo práctica en la gestión de toneladas de CO2, lo mismo me da que me hablen de 300 como de 30.000 toneladas, y por eso me voy a google a buscar algo que me presenten el dato en perspectiva. Por ejemplo, según esta página (que parece suficientemente fiable) la diferencia entre un año de uso de coche y de metro, para desplazarse por ciudad, oscila entre 440 y 572 kg. de CO2 (de ahorro si usas el metro, se entiende). Esto quiere decir que si conseguimos eliminar de nuestras ciudades 600 coches ya estaremos ahorrando la misma cantidad de CO2 que con el cambio de las farolas. Esos 3'2 millones quizá estuvieran mejor invertidos en mejorar el transporte público, y se podrían recaudar fácilmente gravando el uso del coche privado. La diferencia entre poner farolitas y reprimir el uso de 4x4 en el centro de la ciudad es que lo primero da votos y lo segundo los quita, y además los fabricantes de farolitas y de 4x4 sonríen mucho en el primer caso, y no tanto en el segundo.
Otro ejemplo podría ser el de gastarse los 3'2 millones en plantar árboles en una zona comprada para tal uso. Hay municipios en España que poseen grandes extensiones de bosque cuya tala selectiva sufraga casi todos los gastos públicos. ¿Por qué no en A Coruña? Veamos:
Según esta otra página, que nos ofrece la inversión en árboles plantados con una cierta rentabilidad esperada (no garantizada), 10 nogales plantados nos libran de 10.000 kg de CO2 en 20 años. Esto equivale a 500 kg. anuales. Para compensar los 300.000 kg. que va a ahorrarse el ayuntamiento de A Coruña tendrían que plantar 6.000 nogales. En la página de referencia, cobran 3.304€ por cada 10 nogales plantados, y con eso sufragamos todo (plantación, uso del suelo, mantenimiento, tala…) hasta 40 años. Así pues, si el señor alcalde de A Coruña recurriese a los servicios de estos señores le bastaría con una inversión de 6.000x330'4= 1.982.400€ para ahorrarle al planeta esas emisiones de las farolitas. Y luego está la rentabilidad, que es de más difícil comparación con mis pedestres conocimientos, pero que si estos señores estiman (de manera conservadora, dicen) que cada lote de 3.304€ se convertirán en 20 años en 41.792€, esto significa una rentabilidad aplazada del 13'5%, si calculo bien. Esto supera, me temo, el raquítico 2'15 del ahorro del cambio de las lucecitas del alcalde. Y seguramente mejorarían este ahorro de inversión y de emisiones de CO2 si lo hiciesen todo ellos (comprar terreno baldío, plantarlo y mantenerlo).
Si mis cálculos son ciertos, esta noticia es pura propaganda gratuita (o no tan gratuita) de un alcalde populista de provincias, un artista en la conservación de su poltrona pero nulo en la gestión del dinero público.

viernes, 29 de agosto de 2008

wall-e


Hoy fuimos a ver wall-e. Lo fuimos a ver a las 17,44 para tener tiempo de comprar las entradas y las palomitas (no entiendo la obligación de comer y beber en el cine que nos han metido los putos americanos; de pequeño yo sólo respiraba en el cine, no comía ni bebía ni cagaba ni vomitaba ni jodía en el cine). Pues en el cine Filmax del centro de ocio de Coruña sólo tienen dos cajas abiertas para miles de personas, de modo que las entradas nos las dieron a las 18,03, con la peli ya empezada desde las 18,00. Tienen otra persona contratada para picar las entradas y otra para las palomitas. La cola de las palomitas, a la que ya no nos pusimos, era tan grande o más que la de las entradas. La sala de wall-e no tenía elevadores para los niños (probablemente estaban todas en Bobby Z, que siempre se peta de enanos), y como no hay personal nadie los redistribuye. Lo de no poder comprar palomitas ya me pasó siempre que fui a estos cines, porque o compraba o veía la película, de las colas que se montan.
Total, que siempre me prometo que no voy a volver a este sitio infecto, pero al final se me olvida y cuando veo la cola en la taquilla me acuerdo. Y por cierto, no vale decir que pillo las entradas en la puta máquina-robo, porque en primer lugar las entradas son más caras, y en segundo lugar ¡también tienen cola, y tan grande como las de la taquilla!
El precio de mi entrada, por si me leéis desde otros países, para que flipéis bien flipado, fue de 6,60 €uracos. Los cines en mi ciudad son de los más caros de España. Luego que no se me quejen si me bajo la película, que considero que he pagado de sobra el precio. Cada niño paga, como gran ofertón, 5,40€, que tampoco es ningún regalo. Claro, el cine estaba vacío; no me extraña.
En cuanto a la peli, ya la destripó lo suficientemente Wicho en microsiervos, así que os remito a su brillante reseña (yo no lo hubiera hecho mejor). Sin embargo, yo mencionaría con más énfasis lo de la crítica a la sociedad de consumo. Es muy fuerte el estado al que se ven reducidos los seres humanos, hasta perder la movilidad de tanto comer mierda y utilizar productos para no tener que hacer el más mínimo esfuerzo. Y el hecho de que el planeta esté gobernado por un presidente que al mismo tiempo lo es de una empresa omnipotente también es inusitado en una peli americana. Todo es muy crudo, y por más que el final lo suaviza no salí yo muy convencido.
Fijaos cómo sería la cosa, y si me afectó la película, que llevé a mis hijos a cenar al Burguer King y yo pasé de la hamburguesa ¡y me compré un Kebab!… ¡y vegetal!
Gracias a Pixar, los tiempos están cambiando.

jueves, 12 de junio de 2008

nada nuevo sobre la energía nuclear

Hoy aparece en El País un artículo muy interesante acerca de la energía nuclear, escrito por Claudio Aranzadi, un ex ministro de Industria y Energía durante los gobiernos de Felipe González. El artículo reduce todo el problema a sus aspectos económicos o, más exactamente, numéricos. Es lo que suelen hacer los ingenieros y los técnicos en general: reducir a números los problemas, para así sustraerse a los elementos de emotividad que conciernen a la toma de decisiones y que éstas resulten más adecuadas a la consecución de objetivos. Es una manera eficaz de conducirse en la vida, y si no que se lo digan a las víctimas del Holocausto.
En el artículo, lo que viene a decir don Claudio (no tengo confianza para llamarlo Claudillo) es que la energía nuclear es lo que más mola del mundo porque según sus números es improbable que ocurra un accidente. Esto lo doy por cierto sin comprobarlo. Seguro que él sabe mucho más que yo del tema. También dice que la percepción del ciudadano medio (no dice mediocre, pero lo piensa) es de que la energía nuclear es peligrosa. Por desgracia, la mayoría de los ciudadanos son medios, y Don Claudio es superior, pero hay pocos ciudadanos superiores. Si hubiera más, podríamos dar rienda suelta a la construcción de nucleares, pero son pocos, y en este contexto mandan los medios y no los delanteros.
Sin embargo, se olvida Don Claudio, y lo menciona de pasada, del problema mayor de la energía nuclear, que son los residuos que genera, cuyo poder contaminante puede alcanzar los 250.000 años. No hay solución para este problema excepto el almacenamiento y custodia en lugares sellados. Pero es que son muchos años para estar pagando un vigilante 24 horas, y para que los materiales en los que se introducen los residuos se mantengan inalterados. Quiero decir que la vigilancia y mantenimiento de estos residuos, cuyo volumen es acumulativo, es un problema del que se confía en encontrar solución en el futuro. Esto es algo por lo que Don Claudio pasa de puntillas, no vaya a ser que se note que la gente de ciencias es como la de letras, igual de equivocada pero con algo abstracto que les da la razón. Al fin y al cabo, no hay manera de cuantificar el coste de procesar los residuos radioactivos porque no hay proceso alguno; por eso es bastante barato. Es una pena que todo el mundo sepa usar palabras pero muy pocos sepan usar números, pero aún así, los ciudadanos medios, con gran intuición, se dan cuenta de que en esto priman los intereses del gran capital sobre el bienestar de las personas, y que conviene oponerse y no creerse nada.
En definitiva, supongo que para mantener una producción fija de electricidad necesitamos centrales que se puedan encender y apagar cuando uno quiera. Es por eso que seguimos teniendo térmicas y de gas. En este rango entran las nucleares, que también funcionan cuando uno quiere, sin tener que depender de que haya luz o viento (ni siquiera las apagan cuando tienen problemas, véase lo ocurrido en Ascó). Necesitamos mantener una producción estable de electricidad y hay muy pocas opciones de tecnologías no contaminantes para producir electricidad de manera continua. De hecho, sólo se me ocurren los molinos de mareas y las hidroeléctricas, aunque estas últimas no del todo, porque dependen de las lluvias. Sin embargo, yo soy enemigo acérrimo de las nucleares, y más partidario de la limitación del consumo al mínimo y del desarrollo de las energías no contaminantes, que aprovechan la energía que la naturaleza misma produce. Y mantener un mínimo de energía eléctrica por combustión de gas, carbón o petróleo porque no queda más remedio.
Y a los ingenieros, someterlos a estrecha supervisión de una comisión de filósofos y doctores en lenguas clásicas.

jueves, 27 de marzo de 2008

Flor de tojo

Aquí estoy, hoy, ante una rama florecida de Ulex Europaeus, una variedad de tojo de las tres que existen en Galicia (desde donde escribo). Viene esto a cuento por aclarar una conversación que mantuvimos el fin de semana pasado mi hermano, su mujer, la mía y yo mismo. No recuerdo quién defendía qué, pero la duda estaba en si el tojo florecía en una época del año o en todas indistintamente. Pues bien; según la Galipedia (en gallego, pero seguro que todos lo entenderéis) hay tres clases de tojo en Galicia y cada una de ellas florece en una época del año diferente. Por lo tanto ninguno tenía razón en sus suposiciones.

El tojo es una planta muy abundante en Galicia, cuya extensión se vio favorecida por el uso que se le daba tradicionalmente como cama para las cuadras de vacas. Hoy en día, con las explotaciones industriales, ya no se utiliza (las pobres vacas duermen sobre cemento húmedo) y se ha convertido en una plaga que nadie quiere. Su proliferación favorece la expansión de los incendios, por lo que se hace necesario cortarlo. Se habla ahora de utilizarlo como biomasa para obtener calor o (transformar este en) electricidad.

El Departamento de Botánica Montaraz de lento y disperso desaconseja el consumo de tojo en ensalada; resulta insípido y escasamente nutritivo.

viernes, 8 de febrero de 2008

Los termómetros digitales funcionan mal


Hace algún tiempo surgió una paranoia acerca de la toxicidad del mercurio que ha llevado a la prohibición de los termómetros de este material. Como los termómetros digitales miden la temperatura con un margen de error enorme, resulta que ahora nos encontramos sin instrumento fiable para saber si tenemos fiebre. Y esto sucede también en los hospitales y clínicas. Ya no se permite utilizar termómetros que hagan honor a su nombre (termo+metro; calor+transporte público subterráneo).

Yo no me atrevo a negar que el mercurio sea venenoso, pero me da que se están exagerando un poco sus efectos.

Cuando era pequeño, en una ocasión trajeron a clase un bote como un vaso de vino lleno de mercurio. Recuerdo que metí el dedo , y la sensación era de que algo sumamente pesado me lo comprimía.

También era costumbre en mi casa y en la de mis padres cuando se rompía un termómetro recolectar las bolitas de mercurio juntándolas hasta hacer una grande, y finalmente guardarlo todo en un frasquito. Supongo que en algún lugar de esta casa hay un pequeño tarro con mercurio.

Por tradición familiar materna tengo los dientes horriblemente descolocados. Mis padres me llevaron al dentista demasiado pronto, y luego era demasiado tarde; la cuestión es que no me hicieron ortodoncia. En resumen, al no alcanzar bien con el cepillo a todas las piezas y llevar una vida no muy recomendable en el pasado, he llegado a tener una dentadura que se asemeja a las ruinas de Stonehenge, con la salvedad de que mi dentista ha intentado devolver al yacimiento su antiguo explendor. No sé si sabéis que la amalgama que utilizan los dentistas para empastar se compone en parte de mercurio, lo que hace mi boca una pequeña mina de Almadén.

Y después de todo esto, sigo vivo. No noto ningún síntoma de intoxicación. A lo sumo podría decir que si por algún motivo llego a tener fiebre nunca sabré su magnitud exacta, porque las autoridades sanitarias me consideran un irresponsable incapaz de gestionar este producto tóxico en concreto (pero no les importa que tenga pilas de botón y de las otras, lejía, amoniaco, diversos tipos de fungicidas e insecticidas, medicamentos, etc…).

sábado, 26 de enero de 2008

Turismo solidario



Me acaban de sugerir irme este verano quince días a Ecuador en turismo solidario. La cosa parece ser que consiste en ir hasta allí, pagándome yo el viaje, y colaborar en la instrucción de jóvenes indígenas, o ayudar a construir una escuela, u organizar un equipo de fútbol; no sé exactamente para qué, pero seguro que es para trabajar allí en algo que sea bueno para los lugareños.

No sabía que existiese turismo solidario. En todas partes parece que se ha puesto de moda, pero yo no sabía que existiese. Es más; atando cabos he llegado a la conclusión de que un amigo mío, que se fue a Senegal (no recuerdo exactamente si era Senegal o Mali, pero da igual) hace unos meses y volvió en menos de un mes seguro que fue en turismo solidario. Yo, cuando me dijeron que se había ido para colaborar en no sé qué cosa en el país pensé "coño, qué tío, si se ha ido de cooperante será por seis meses mínimo, así que se ha pedido una excedencia sin sueldo para ayudar a unas gentes del África". Ya así puede ser bastante esnobismo, pero hay que reconocer que es sacrificado y que realmente puede que ayude (según lo que se haga y lo que se sepa hacer, claro), porque se trata de estancias largas, sólo limitadas por la necesidad de que la persona no se desarraigue de su país de origen (esta necesidad se salta en el caso de los religiosos, cuyo sacrificio llega más lejos). Sin embargo, cuando al cabo de un mes volví a coincidir con él en el trabajo le dije "anda, a mí me dijeron que te habías ido de cooperante y pensé que eran estancias mucho más largas"; no me respondió.

Yo cuando me enteraba de alguien que se iba con Médico sin Fronteras o así siempre dudaba si no sería mejor pagarle los estudios a un lugareño para que ejerciera de médico en lugar de dejarnos muchísimo más dinero en enviar a un tío por un tiempo limitado, pero bueno, en todo caso me quedaba la duda. En este caso no la hay. El que va a esto se gasta un dineral en el viaje, en el alojamiento, y lo que deja allí son unos ladrillitos mal puestos y unas lecciones de aprender a leer que cualquier persona del lugar hubiera impartido a cambio de la centésima parte de lo que costó el billete de avión. Eso sí, qué satisfacción la del hombre blanco viéndose con su ropa de Coronel Tapioca entre esos aborígenes, sintiéndose superior, compartiendo con ellos esos momentos, esas sonrisas, ese rebajarse al modo de vida de los que nada tienen. Y recibir a cambio de su sacrificio la entrega, el cariño sin límites de esos niños de piel oscura que no tienen maldad y que agradecen su presencia con lo único que tienen: el corazón.

Con qué satisfacción volverá el hombre blanco al día siguiente de bajar del avión a subirse en su automóvil de lujo, a salir por la puerta automática del garaje, a recorrer la autopista sin ruidos con el aire climatizado y la música sonando. Con qué alegría contemplará a sus hijos dormidos por la noche, al volver de la oficina; sus guapos niños rubios… Y con qué delectación saboreará esa cena que antes consideraba frugal y que ahora es el mayor de los manjares. Esa nevera llena, ese yogur de frutas pasteurizado después de la fermentación (que en realidad no es un yogur), esa tele de plasma, ese sonido envolvente, como el edredón de plumas que calienta lo justo para no achicharrarse con la calefacción…

Las vacaciones de este año, qué dinero tan bien gastado, pensará el hombre blanco.

Estoy valorando si ir.