lunes, 31 de enero de 2011

Que venga ya el calor

Cómo deseo que vuelva el calor, para ver jugar al fútbol a mis hijos. Ahora los veo ateridos de frío, envuelto en mi chaquetón militar, bajo la lluvia, dentro del frío y alrededor de mi corazón congelado.
¡Qué idiotas somos los humanos!, ¡con qué inocencia vivimos la vida! Me vuelve a la memoria "As Tears Go By" de los Rolling Stones ("the things you used to do, they think are new, you seat and watch as tears go by"). No es necesario ser niño. A todas las edades, cuando vivimos algo que es nuevo, lo vivimos con el mismo candor, con la imprudencia que un bebé se levanta por primera vez sobre sus dos piernas. Somos unos imbéciles cuando nos reímos con suficiencia del adolescente pavoneándose, del niño enfadado, del recién nacido mirándose las manos como ajenas. Siempre estamos viviendo lo nuevo, con la misma alucinada sorpresa cada vez que nos encontramos con lo que no conocíamos. ¿Con qué derecho nos reímos del que llega a una estación anterior, si estamos haciendo el mismo ridículo en la siguiente?
Por lo tanto, aquí tenéis al que siempre juzgó a los aficionados al fútbol como orates simiescos (dignos de desprecio, ajenos a todo rasgo de cultura, enemigos de cualquier futuro fraterno entre los humanos) deseando la llegada del próximo entrenamiento como una dosis de mantenimiento, antes del gran festín, la casi-sobredosis del yonki balompédico del fin de semana, cuando los niños se enfrentan en el campo de juego y mis depósitos de adrenalina se descargan por escaso tiempo.
Ya digo que no importa cuánto hayamos vivido, cuánto hayamos visto o leído, que en el momento en el que nos vemos con lo nuevo dará lo mismo haberlo sentido en tal película o cual novela; sólo entonces nos daremos cuenta cabal de lo que el creador quiso decir.
Y estaremos un paso más cerca del final.


publicado desde móvil (sin enlaces; el aclamado dispositivo blackberry no los permite)