jueves, 10 de abril de 2008

Alfabetos funcionales


Hoy leí Alfabetos Funcionales, artículo de Arturo Lezcano en La Opinión de A Coruña. Hablaba sobre la degradación del uso del lenguaje que en la profesión periodística ha provocado la extensión de las nuevas tecnologías (especialmente los correctores ortográficos, supongo, aunque yo los deshabilito por sistema). No sólo se refiere al uso del lenguaje, sino también a la práctica periodística en general, pero lo que a mí me interesa es lo de la redacción y la ortografía.

Respecto a la redacción no creo que tenga mayor problema. Sin embargo, en lo que a la ortografía atañe, observo que a medida que pasan los años me sorprendo dudando de cosas cada vez más básicas (haya/halla, cayo/callo, etc.). Quiero creer que es la edad, y que a partir de los 40 ya sólo se puede ir a peor. Sin embargo, también es cierto que puede influir que llevo en mi bolsillo un acceso directo al compendio de sabiduría universal superficial (que es la red). Si no sé algo (¿el de una joroba es el camello o el dromedario?) inmediatamente lo miro en la bola de cristal. Tardo menos que si lo tengo que buscar en una enciclopedia (aún estando ya en la habitación donde la tengo). Es más: si tuviese que abrir un diccionario seguramente por pereza elegiría la ignorancia. ¿Será pues que la comodidad de la máquina me está haciendo perder capacidad de retención de datos? ¿Acaso en este caso el órgano (máquina) anula la función (memoria), o -mejor aún- la desaparición de la función atrofia el órgano?

No sé qué opinar al respecto, así que mejor me cayo.

No hay comentarios: