sábado, 9 de febrero de 2008

diábolo, campana y cilindro












Aunque ya todo el mundo haya hablado del tema, no me resisto a analizar el estudio del Ministerio de Sanidad sobre las tallas de la ropa de las mujeres. Ya os adelanto que no me ha gustado mucho, aunque puedo estar equivocado, porque en principio yo utilizo las palabras cilindro y campana como insulto (también utilizo a veces tanqueta o tanqueta Fiat, pero en el estudio no se ha establecido esta denominación).
En el pdf distribuido por el ministerio, en su página 3, se dice que el punto de partida es que un 40% de las mujeres tiene problemas para encontrar su talla, y de ahí que piensen en un cambio en las tallas de la ropa para evitar esto. Sin embargo, yo me planteo si es cierto que no existen tallas para el 40% de la población femenina. En este caso, los fabricantes lo están haciendo fatal; tanto dinero gastado en estudios sobre su público objetivo y resulta que se les escapa casi la mitad de la población sin encontrar nada para comprar. Vaya burras pardas.
¿No será acaso que ese 40% no está siendo objetivo? Yo más bien sospecho que una parte grande de esas mujeres no es que no encuentren talla, sino que no están satisfechas con su cuerpo y por lo tanto no les gusta tampoco la ropa que se ponen. Quiero decir con esto que no existe un problema real de ropa que no se adapta, sino que lo que fallaría es la percepción del propio cuerpo de gran número de mujeres, sin duda provocada por una cierta presión social centrada sobre el aspecto físico. Podría acusarse a la sociedad actual de hefonismo, superficialidad, etc…, pero no voy a arriesgar tanto hoy. Me quedo con que ese 40% está siendo subjetivo, y sin embargo el Ministerio de Sanidad toma ese dato como objetivo; dicen: hay un 40% de mujeres para las que no se fabrica ropa adecuada.
Por lo tanto, para evitar esto, las mentes pensantes del Ministerio promueven un estudio en el que se analiza la forma del cuerpo de las mujeres reduciéndolas a tres morfotipos a cual más insultante: diábolo, campana y cilindro (yo sólo admitiría, de ser mujer, ser diábolo; como hombre me encuentro bien de cilindro).
Ahora bien, una vez clasificadas nuestras mujeres por la forma de su cuerpo, no sé cuál será el siguiente paso, pero me imagino que será un pacto de esos no vinculantes para que los fabricantes de ropa hagan una segmentación añadida a la del tamaño que incluya de alguna manera los tres morfotipos de arriba. De esta manera nos encontraremos con tres modalidades de prenda por talla, con lo que para cubrir todas las posibilidades el fabricante se verá obligado a producir el triple de formas de prenda. Esto supone que para abarcar todas las tallas y morfotipos habrá que fabricar más unidades de producto, y esto a su vez trae como consecuencia un aumento de restos sin vender. La conclusión última es que este sistema de tallaje acarrea finalmente un aumento en el precio para poder cubrir la liquidación de los restos, que serán mayores que antes. No creo que haga falta demostrar esto: a menor número de tallas, menos posibilidades de tallas sueltas a final de temporada (para mí es obvio, pero quizá se deba a que tengo una cierta experiencia en el ramo). Me extraña que los fabricantes se arriesguen a un probable aumento de los restos a liquidar y a un aumento consiguiente del precio inicial del producto a cambio de la corrección política de tener a la venta opciones para campanas, cilindros y diábolos. La corrección política está bien en las cartas al director de El País, pero esos que firman las cartas para cambiar el mundo se contradicen al día siguiente en la vida normal, al hacer la compra, al poner la calefacción o al agarrar con fuerza el bolso cuando ven acercarse a un tío con pinta de albanokosovar.
Por otro lado, no me imagino el discurso del vendedor de ropa en ECI, cuando tengan que decirle a una señora que no hay talla para campanas en esa prenda. No es práctico, y en estos temas antropomórficos uno se expone a recibir una bofetada (o un golpe de badajo, que duele más).

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