viernes, 19 de junio de 2009

carbolipofilia

Este año, el Día de la (Cruda) Verdad llegó antes de lo habitual. Estos últimos días ha hecho bastante calor, y nos hemos visto obligados a bajar rápidamente la ropa de verano.
Lo primero que he intentado es ponerme un pantalón corto que el año pasado me quedaba justito. Pues bien, este año ya no me queda ni justito. Oleadas de manto adiposo luchan por huir de la opresión de la cintura, que dan ganas de llamar a Amnistía Internacional para iniciar una campaña ante la ONU.
Deseché el pantalón, convencido de que había encogido, y retorné al vaquero largo que por error había comprado de una talla más hace un año, el único vaquero que me queda realmente bien ahora.
Pero qué podía esperarse de un año entero mojando pan en el aceitazo del pulpo, en la salsota del pollo de mamá, en la ensaladilla de mi suegra…
Si no fuera un lipántropo-colesterohólico, aún existiría riesgo de llegar a ser anoréxico, pero puedo estar tranquilo, que me gusta jalar como a un obispo tocar las narices.
Y mañana mismo, empanada para empezar, churrascazo con su grasota y helado de postre.

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