viernes, 9 de enero de 2009

cambio del disco duro de mi macbook

Tengo un macbook del 2006, que venía con un disco duro de 60 gb que no me llegaba a nada. Para sincronizar los iPod tenía que enchufar el ordenador a un disco duro externo (sólo la biblioteca de iTunes ocupa más de 60 gb), y al final el portátil no era portátil en absoluto, porque estaba siempre sujeto a ese disco externo.
Finalmente, los reyes magos me han traído un disco duro de 320 gb para que mi portátil se libere de la bola y cadena del disco externo. Hoy he dedicado la mañana a instalarlo, y he encontrado una guía bastante útil para hacerlo. Sin embargo, observo que -como me suele suceder- de lo que dicen las guías y tutoriales a la realidad que yo vivo hay una considerable diferencia en tiempo y esfuerzo. Me recuerda a eso de "hasta un mono podría hacerlo", que me hace sentir como un ente unicelular (que no destaca por su inteligencia especulativa, vaya).
Son las 9'00 y tengo en mis manos un disco Toshiba de 320GB cuyas características no están del todo claras, porque la etiqueta no especifica nada excepto números de serie, marca y modelo. Comienzo pues por buscar tutoriales y datos acerca del disco. Debo aclarar que el tiempo apremia, porque la tienda donde se compró da 7 días para cambiar el producto, y caducan hoy. Consulto el ticket y veo que a mi regalador (un santo, dicho sea de paso) le han cobrado por el aparatillo más de 80 yuros. Esto me sugiere que quizá sea más barato devolver el Toshiba y comprar un disco duro externo válido, abrir la carcasa y cambiarlo. Eso me permitiría meter todo el contenido de mi disco actual en el nuevo antes de hacer el cambio. La mala noticia es que al abrir la carcasa del disco externo eliminaría toda garantía. Las comprobaciones, consulta de precios, tipos de discos que van dentro de los duros externos en el mercado y diversas distracciones más me llevan hasta las diez y media. Salgo hacia una tienda de la franquicia donde se compró el disco, con el ordenador en una mochila, el disco nuevo y una escoliosis en ciernes (yo defiendo que los ordenadores portátiles serán motivo de risa en un futuro próximo, como lo son los teléfonos móviles dynatac hoy en día). En la tienda me dicen que al haberse hecho la compra con tarjeta no pueden devolverme el dinero, así que he de ir al establecimiento concreto en el que se vendió el disco. Vuelvo a casa para llamar el sitio desde allí, a ver si me dicen directamente que pasan de mí si no tengo la tarjeta y me ahorro el viaje. En casa vuelvo a comprobar precios de discos externos, tipos de disco que incluyen y precio de todo ello. Luego llamo a la tienda y me dicen que pasan de mí, que lo máximo que me hacen es un vale para cambiar por algo de su tienda, pero que la pasta no la voy a ver ni fotocopiada. En todas las búsquedas de internet que he hecho no me queda nada claro qué disco lleva dentro cada disco externo del mercado; es un secreto, igual que quién mató a Alexander Litvinenko y al General Prim (que probablemente no fuera la misma persona). En definitiva, que se me ocurre llamar a la tienda de aquí al lado y preguntar cuánto me costaría una caja para albergar el disco viejo de mi ordenador y convertirlo en un disco duro externo. Me satisface el precio y decido volver allí, con el ordenador y el disco nuevo, y hacer la instalación en la propia tienda, que tiene unos cubículos en los que la gente hace este tipo de cosas.
Son las 11,15 cuando entro en la tienda por segunda vez. Hay cola, como siempre, y tengo que esperar a que varios frikis gordos y granudos le cuenten al dependiente sus vidas codificadas antes de conseguir un destornillador y un cubículo para desmontar mi máquina. Al sacar el disco viejo de mi ordenador descubro que necesito una llave de estrella de seis puntas pequeñísima que creo que tengo en casa, pero que obviamente no me traje, dado que venía a un taller especializado en montar ordenadores. Espero a que dos gordos granudos cuenten su vida al dependiente para que éste termine diciéndome que no, que no tiene la llave de estrella, que lo único que tienen allí es el destornillador que ya me ha prestado (y que de todos modos venía con la caja para disco externo que acababa de comprar) y otro plano. ¡Vaya puta mierda de taller de ordenadores! Total, que vuelvo a montar mi ordenador y me largo de allí.
Ya en casa, descubro que la llave de estrella que tengo es demasiado pequeña para desmontar el disco, así que vuelvo a salir a la calle para ir a una ferretería. Son ya las 11,50.
En la ferretería, después de que un pseudohippie de mi edad (que no es edad para ser jipi) desgranase con la señora un análisis histórico del frío invierno gallego, conseguí que la señora negase tener la llave, pese a que acababa de verla yo en un juego completo por valor de 13€. Dejé que se saliese con la suya porque no tenía ganas de dejarme una pasta en una cosa que iba a usar una vez en la vida. Y salí de allí hacia una tienda especializada en productos electrónicos, a cinco minutos andando. En esta tienda, legendaria por sus colas como toda ferretería y/o lugar especializado en herramientas (es curioso, pero el despacho en estos sitios es especialmente lento), me vendieron una pequeña llavecita que encajaba milagrosamente bien en los tornillitos de la carcasa del disco. Volví a casa a las 12,30. Y entonces comencé a cambiar el disco.
En los preparativos perdí tres horas y media. Es lo odioso de leer cómo alguien hizo algo con un aparato (me pasaba igual con la moto, cuyos tornillos tenían cabezas extrañas y todas distintas, como el MIT), que lo que para él fue un paseíllo de diez minutos para mí es siempre una carrera de obstáculos, agotadora y frustrante, de varias horas.
En casa ya, abrí el ordenador otra vez, saqué los tornillitos de la carcasa en la que va montado el disco duro (que es una operación que en la guía que enlazo arriba se pasa por encima, pero que a mí me llevó más de una hora para conseguir la herramienta) e hice todo lo que dice la guía de montaje, metí el disco nuevo en la carcasa, lo encajé en su sitio, cerré todo y monté el disco nuevo en la caja recién comprada. Abrí el macbook, enchufé el disco externo donde tengo un backup lanzable del contenido del disco viejo, enchufé la caja recién montada con el disco viejo, metí el dvd con el sistema operativo que venía con el ordenador, y apreté el botón de arranque (con la tecla alt pulsada, que permite elegir desde qué disco quieres lanzar el sistema operativo).
Sonó el ¡chuannnn! típico del mac al arrancar, y me aparecieron tres discos para optar: macintosh HD (el viejo, montado en la carcasa nueva, ¡funciona! ¡milagro!), Securitate (la partición lanzable del externo) y el dvd del sistema. Todos funcionaban y valían para cargar el sistema. No me lo podía creer. Escogí el disco viejo, ahora externo, porque tenía la garantía de que funcionaba bien (el backup lanzable no lo había probado aún). Abrí utilidad de disco, formateé el disco nuevo como macOs plus con registro y restauré desde macintosh hd hacia el nuevo.
Y desde que hice esto, llevo escribiendo esta anotación. Sé que es un coñazo, pero es que tantísimo trabajo -toda la mañana- tenía que ser relatado. No es posible decir, como hacen algunos por ahí, que es tirado cambiar el disco duro de un macbook. Es difícil, hacen falta herramientas raras y con la cabeza más pequeña que mis ladillas, y al final no es seguro que funcione. Como en todo esto de la informática, abundan los fantasmones que aseguran haber hecho en diez minutos y mirando para otro lado lo que a mí me llevó un día.
Son los mismos que, a la inversa, dicen que para follar necesitan varias horas seguidas. Y ahí sí que les gano; a mí me llega con diez minutos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bueno! Yo pensaba que los pobladores de tiendas de informática eran tíos larguiruchos de piel verde que huelen raro, y no gordos con granos, ¡tendré que ir de vez en cuando! No porque me resulten atractivos, que conste.
Por cierto, en www.once.es te ofrecen un curso que en dos tardes te enseña Braille. Si después de los 10 minutos de pasión tu mujer apaga la luz (encantada de la vida, eso sí), ya sabes qué hacer. esp.

Anónimo dijo...

Hola, soy Algernon, el autor de la "útil guía" que has seguido para cambiar el disco duro de tu Mac.

Decirte que no tardé 10 minutos en hacer el cambio. Me llevó bastante tiempo ir a varias tiendas, comprar discos duros, abrirlos y ver que no valían, cambiarlos, discutir con el dependiente que no quería devolverme el dinero...

También tardé un montón en escribir el artículo, hacer las fotos... y estar durante 15 meses respondiendo los comentarios con las dudas de personas que lo intentaban seguir.

Y también me ha llevado tiempo escuchar las sugerencias de los usuarios y corregir cosas como que no indico el tipo de llave que se necesita para quitar los tornillos del disco duro (lo arreglo!, gracias!)
Uno no es un profesional de esto y hace lo que puede para intentar hacer un poco más sencillo algo que no lo es...

En fin, que me alegro que al final hayas podido cambiar tu disco y que, a pesar de las dificultades, ya no tengas que ir cargando con el disco externo para tu bliblioteca de iTunes.

Salu2
Algernon

xab dijo...

Pues la verdad es que llevado por el agobio del momento me quemé un poco con la idea platónica de "enterado informático". Dado que tú, Algernon, te encuentras en la idea de "elaborador desinteresado de tutoriales", no debería aplicársete el adjetivo "fantasmón", que se dirige a los sabiondillos, más bien.
No quiero decir con esto, líbreme dios, que no seas un amante solvente; me refiero sólo al aspecto informático.
Muchísmas gracias por el tutorial. De la búsqueda "cambiar disco al macbook" todos los enlaces acababan en tu anotación (eso también quiere decir algo).