He de reconocer que a veces cuando escribo lo hago con ánimo de polemizar. Es más; soy capaz de decir algo que no pienso si creo que con ello combato algún talibanismo que me incomoda por su actitud. Como dudo de absolutamente todo, reacciono violentamente contra toda certeza que se pretende imponer a los demás. Sin embargo, en este caso no pretendo añadir polémica a un tema que al parecer lo es de por sí.
El asunto es que como observo que la mayoría de la gente que me lee vive en hispanoamérica y no tengo casi comentarios (ya supongo que es un porcentaje de mis lectores; si poca gente me lee, casi nadie comenta) voy a hablar de algo que levanta ampollas en la parte hispanohablante de América: ¿Cómo es que se enfadan tanto por el día de la hispanidad?
Se da la circunstancia de que la mayoría de los que elevan sus protestas son descendientes de españoles. Así pues, están echándome a mí la culpa de lo que en realidad hicieron sus abuelos.
Por otra parte, según lo que en su día escribió Francisco de Vitoria, la idea entre los juristas españoles de la época era que a los indígenas americanos se les debía tratar con más benevolencia que a los propios habitantes de la península (al menos en el aspecto religioso). Otra cosa es que la distancia haya convertido estas elucubraciones académicas en la realidad narrada por Fray Bartolomé de las Casas. Pero yo estoy donde estaba de Vitoria, y los que protestan están en donde estaba Pizarro; ¿los antepasados de cuál de los dos son más culpables?
Yo no celebro el descubrimiento y conquista de América, porque hay que reconocer la estupidez de celebrar el descubrimiento de un continente que ya estaba poblado. Desde un punto de vista global, América fue tan descubierta por España como España por el imperio romano unos siglos antes. Comprendo también que para los descendientes de los antiguos pobladores el descubrimiento no sea una fecha para celebrar, pero más por la llegada de nuevas enfermedades que por la llegada de genocidas extranjeros, habida cuenta de que ya había bastantes hijos de puta autóctonos en sus imperios.
Otra cosa que me enerva es la manía de los antropólogos norteamericanos por analizar el genocidio de los españoles, pasando de puntillas por el ejecutado por sus ancestros, que fue bastante peor, a la vista de los resultados.
¡Hala!, ya podéis ponerme a parir (o a pan parir).