viernes, 8 de enero de 2010

rasgos sociopáticos

No es la primera vez que escribo sobre el feisbuk. Sin embargo, como en la ocasión anterior me hice un poco de lío intentando abarcarlo todo y repartiendo puñetazos al aire, vuelvo ahora un poco sobre el tema. Viene a cuento de que hoy mismo -no; ayer, que ya son más de las doce- me encontré con un antiguo compañero de colegio en la cola de la fnac y tuvo el detallazo de presentarse, porque si no no me enteraba. Me quedé cortadísimo, porque resulta que se trataba de un supermegaamigazzzo del feisbuk. Si se me hace difícil manejar las relaciones sociales "normales", con estas raritas ya es que me pierdo sin remisión. Cada vez que veo la lista de mis "amigos" me doy cuenta -con pánico- de que al menos la mitad no los reconocería si los viera por la calle. Y eso fue lo que me pasó, que me encontré con un antiguo compañero de colegio (y además uno que se conserva espectacularmente bien) y no lo reconocí.
Muchos de mis amigos de facebook son antiguos compañeros de colegio, y es normal que no los reconozca después de treinta años. Pero es que esta red hace un uso abusivo de la palabra amigo. Eso no son amigos. Son conocidos, familiares, compañeros del colegio; lo que tú quieras, pero no amigos. Yo tengo muy pocos amigos de verdad, y no todos están en facebook. No creo que nadie pueda decir que toda esa muchedumbre son amigos, a no ser que no sepan lo que es de verdad un amigo. Hay gente -a la que yo, tímido enfermizo, envidio- que tiene 170 amigos o más, pero no creo que todos esos sean lo que yo denomino amigo. Es imposible.
Como aparece en Microsiervos, en el refranero social 2.0,
"eres más falso que un amigo en Facebook"
Por otro lado, se hace difícil gestionar ese capital de amistad tan enorme. Roberto Carlos estaba gilipollas cuando decía que quería tener un millón de amigos. Si ni se iba a acordar de la cara de la mitad, mucho menos de sus nombres, ni de sus cumpleaños ni de los nombres de sus hijos. Y, lo que es todavía peor, cuando escribió la canción todavía no existía facebook, que aún podía haberle ayudado en algo. (¡Qué bestia! un millón de amigos, dice el muy burro).

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