jueves, 7 de mayo de 2009

la SGAE no tiene corazón


Como sin duda sabréis, hay aquí en España (y en Europa, y quizá en todo el mundo) un gran debate sobre el tráfico de contenidos musicales, cinematográficos e informáticos sin pagar a sus productores. En España hay una organización privada que se dedica a defender los derechos de estos productores (o de la mayoría de ellos), llamada Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). En el ambiente digital, esta institución es quizá la más odiada.
La verdad es que hasta ahora el odio por la SGAE era más bien restringido al ámbito de los que estamos interesados en estas cuestiones. Hay que reconocer que la mayor parte de la población española no tiene una opinión formada sobre el tema de las redes p2p y de la piratería, porque si se bajan algo no se plantean si obran bien, o no se bajan nada, o directamente no tienen conexión a internet. En resumen, que la verdadera manera de obrar de la SGAE no era muy conocida para nuestras madres.
Hace algún tiempo, a la SGAE le dio por infiltrarse en bodas, en sitios de banquetes, contratando a detectives privados que hacían una grabación del evento haciéndose pasar por invitados (los del novio pensarían que el Marlowe era familia de la novia, y los de la novia que del novio). Fundándose en esos vídeos grabados sin permiso intentaron empapelar a los propietarios de los negocios de hostelería por no pagar los derechos de reproducción pública de la música utilizada en la fiesta. Acojonante, pero no lo suficientemente sonado como para que llegase a oídos de nuestras madres.
Lo que verdaderamente llega a oídos de nuestras madres, y las hace levantarse en pie de guerra, con rabia en la cara y tijeras en la mano, es lo que acaba de hacer la SGAE (si creéis que el tono de lo que escribo es tremendista por favor pinchad este enlace de El Mundo). Resulta que la familia de un niño con una enfermedad degenerativa consiguió que David Bisbal (este enlace accede a la anotación del blog oficial del cantante en la que se describe el concierto, y en la que se descarga de culpa a la SGAE) accediese a dar un concierto benéfico. Nadie cobraría nada. Todo lo que quedase después de gastos sería para pagar la cura del niño. Bueno, todo no, porque unos días antes del concierto, una sanguijuela de la SGAE apareció en la sala de rehabilitación del niño y le exigió a la madre el 10% de la recaudación en concepto de derechos por las canciones que se iban a cantar (que, en efecto, no estaban compuestas por David Bisbal). Legal, pero vil, ruin y rastrero.
A David Bisbal sí que lo conoce mi madre. La historia de la familia de trabajadores, sin fortuna, buscando un milagro para su niño, es un remedo cañí de Que Bello es Vivir. Ese niño que, si no es por David Bisbal, mañana verá su sonrisa transformada en el hieratismo de un vegetal, tiene que abonar el 10% de su posible salvación a un vampiro de traje arrugado, pelo graso, olor a pies y maletín raído.
En cuanto la noticia se comenzó a extender, esta organización de ademanes mafiosos intentó dar marcha atrás, en un intento estéril de evitar verse cubiertos de inmundicia. Pero es tarde; eso ya no se lo cree nadie.
Ahora sí que la SGAE se ha cubierto de gloria. Ni pagando, se consigue una campaña de desprestigio más efectiva que el simple relato de los hechos.

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