sábado, 15 de noviembre de 2008

me cago en prada, me cago en losada

Hoy hablaré de una ciudad merdenta de provincias, que es producto exclusivo de mi imaginación. Es una ciudad donde la gente cree que el universo les debe un gran favor, por adornarlo con su existencia.
Es una ciudad donde tienen el gobierno socialista más de derechas posible. Fijaos si será así que el anterior alcalde, cuando estaba a punto de ser descabalgado por sus chanchullos inmobiliarios, y próximo a perder la mayoría absoluta en las siguientes elecciones (lo que le hubiera obligado a pactar con un partido de izquierdas, cosa inadmisible para él), se fue de embajador... ¿a dónde? AL VATICANO. Así, este país también imaginario tiene un zar socialista de embajador en el Vaticano, asistiendo a misa diaria, y manifestándose en contra de cualquier política progresista.
Pero no quiero hablar del provincianismo grotesco de sus ciudadanos, ni del miserable ex-alcalde de dudosa moral. No. Quiero hablar del servicio de autobuses de esta ciudad de ficción.
La Compañía de Tranvías de mi utopía es un negocio bárbaro. Cuando gana, el propietario se embolsa el dinero, y cuando pierde el ayuntamiento enjuga las pérdidas. Por supuesto, nunca gana. Con esas condiciones es normal que cualquier sinvergüenza paniaguado deje de esforzarse por poner su negocio en marcha. Los coches tienen "frecuencias de paso aproximadas" (=que se pueden superar hasta el infinito) de 20' y 30' (hay dos con frecuencias de 15' que superponen más de la mitad de sus recorridos). Por supuesto, en una ciudad como esta -que imagino pequeña- esperar 30' más lo que tarda el recorrido hace que no compense coger un bus. Además el billete cuesta 1€, con lo que si vas con dos personas más el taxi te cuesta lo mismo.
La cosa es que los recorridos se casi superponen en gran parte, y digo "casi" porque pasan por calles paralelas cuatro o cinco buses, para que te la tengas que jugar. Supongo que sometiendo a sus clientes a estas pentacotomías intentan fidelizar a los amantes de los juegos de azar.
Por otro lado, hace poco que pusieron en parte de la ciudad un carril especial para transporte público. En principio, una buena medida. Sin embargo, la cadencia de los buses no ha mejorado (el tiempo que ahorran los conductores supongo que lo emplean en tomarse más cafés en los descansos), el precio es el mismo y encima ahora van los buses a una velocidad de vértigo por el centro de la ciudad, que los que tenemos hijos vamos por la calle con el corazón en un puño.
Soy partidario total del transporte público, por innumerables motivos. Sin embargo, he de decir que en mi creación el servicio de autobuses urbanos es un absoluto desastre, hasta el punto de que sería igual que no existiese.
Es más, estoy pensando que tampoco pasaría nada s la ciudad entera desapareciese.
Sea.

publicado desde móvil (sin enlaces; el aclamado dispositivo blackberry no los permite)

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