jueves, 6 de noviembre de 2008

infraviviendas universitarias

Hace unos días, unos profesores de la facultad de arquitectura hicieron una campaña propagandística para dar a conocer un fenómeno del que la mayoría de ciudadanos (e incluso de profesores de la universidad) no teníamos noticia. Acudieron con periodistas del periódico más leído en la ciudad a fotografiar unos ranchitos, galponcillos o microapartamentos en los que muchos estudiantes (y algunos trabajadores) viven. Estas habitaciones tienen menos de 20 metros cuadrados, constan en su mayor parte de cocina y algunas incluso de aseo. Son muy pequeñas y sus ventanas suelen dar a muros, si tienen ventanas (algunas están en sótanos).
Son cubículos construídos sin licencia de edificación ni de habitabilidad, de manera totalmente ilegal, por algunos vecinos de la zona universitaria para aprovechar de manera rentable el terreno sobrante en sus jardines. Sobra decir que los contratos de arrendamiento no existen, por lo que ni siquiera esto es legal.
Al salir esto a la luz, muchos -y yo mismo entre ellos- nos enfadamos y no dábamos crédito a que tal situación indigna se diese entre alguien destinado a ser la elite de la sociedad. Que haya gitanos en peores condiciones desde antes de nacer yo, pase, pero ¿universitarios?, ¿la elite futura de la sociedad, alojada en cajas de cerillas sin luz solar y apenas ventilación? ¡Inadmisible!
Sin embargo, si observáis los comentarios debajo de la noticia, y también esta noticia aparecida en el mismo medio días después, la cosa va cambiando. Entrevistaron a varios usuarios de estas habitaciones y resulta que estaban felices allí. Algunos incluso habían estado en otras residencias de estudiantes "oficiales" y la situación era peor, porque el espacio era igual pero el precio muy superior, y con baño común. Por otro lado, los alquileres en la ciudad (a los que habría que sumar el transporte hasta la universidad) triplican como mínimo el precio, y eso alquilando una habitación y compartiendo cocina y baño. Total, que me dieron ganas a mí de irme a vivir a esos galpones.
Y ahora no me imagino en qué coño estarían pensando los profesores magníficos de la facultad de arquitectura cuando denunciaron esto, porque les han hecho la puñeta a un montón de estudiantes. Leo en una entrevista con estos prohombres, en el mismo periódico, que el problema de este tipo de alojamiento es que fomenta el individualismo porque no hay espacios para la convivencia entre estudiantes. ¡Ah, claro!, ahora lo entiendo bien. Como siempre, los arquitectos nos ofrecen, a través de su lúcida mirada, un enfoque al que -disminuidos como somos- no teníamos acceso. Lo que importa no es la insalubridad y el hacinamiento, que es en lo que nos fijamos todos. Lo que verdaderamente importa es que no existe convivencia entre las personas. Por eso los poblados gitanos construidos con trozos de uralita son perfectamente admisibles: porque por la noche se reúnen todos alrededor de un bidón en llamas sobre el barro. Eso es lo que importa. En las residencias de estudiantes, lo que pagan (caro) los que van no es la habitación, que es pequeña, ni tener que esperar para ir al baño (sucio), ni la comida industrial (fría); es el roce humano, la aglomeración, las colas para cagar y ducharse, las colas para recoger la bandeja de la comida, el gentío, la muchedumbre, la congestión humana. Algunos pensarán que eso, en una etapa de aprendizaje, nos asegura en el futuro una generación de misántropos. Pero no; están equivocados, y esto es así porque nos lo dicen estas lumbreras del arte y filosofía de la edificación (aunque no se tenga en pie).
Estoy seguro de que estos profesores, que se ven personas tan completas en todas las dimensiones posibles del ser humano, son así porque en lugar de vivir en un piso o casa particular, con tabiques y puerta, viven en una comuna.
Porque viven en una comuna, ¿no?

2 comentarios:

Fran dijo...

Precisamente concordo que os profesores de Arquitectura da Coruña son os menos axeitados para lle dar leccións de ningún tipo a ninguén.

De calquera xeito é un tema no que tododios somos culpables, e canto antes se denuncie antes se solucionará, que non é exclusivamente o feito de que existan eses galpóns, senón as causas que levaron a elo, por tanto creo que NINGUÉN da sociedade galega esta en posición de lle dar leccións, e moito menos de ética, a ninguén.

xab dijo...

¿Culpables de qué? Hay un montón de gente sin dinero para pagarse otra vivienda, rulando por la calle con un mochilón gigante a la espalda, buscando un sitio donde meterse. Si dices culpables de que existan esos galpones, eso no es malo; es malo que no estén legalizados, pero no que existan. Lo único que hay que denunciar es un defecto administrativo. Hay viviendas legales en peores condiciones, pero con la licencia correspondiente.
Respecto a las lecciones de ética, pues perdona si va por mí. Sólo doy mi opinión. Reconozco que los arquitectos me ponen un poco nervioso, renegando de su condición de elaboradores de planos para ir de artistas/filósofos.