viernes, 31 de octubre de 2008

igualdad de sexos


Evito intencionadamente la palabra género, porque creo que es una imposición de la corrección política, y en mi casa puedo hablar como siempre lo hice y como me parece más adecuado a la idea a transmitir. Gilipolleces, las justas.
Soy una persona mayor. Viví el final de la dictadura de Franco cuando era un niño, y reaccioné contra eso cuando llegué a la adolescencia. Creímos poder cambiar las cosas. Vivimos el cuestionamiento, la duda, la revisión de las costumbres y creencias. Y así hicimos cada uno en su círculo de amigos una revolución privada que dio la sociedad actual.
Por eso, supongo yo ahora que mi círculo debía de ser el de los raritos, porque veo hoy a mi alrededor que aquellas ideas no han cuajado en absoluto.
La igualdad como concepto general, aplicable a cualquier asunto público o privado como valor axial, se ha olvidado totalmente. Ya no se discute sobre cómo lograr la igualdad (la cosa en sí y cómo alcanzarla). Ha desaparecido el concepto. Se asume que la desigualdad es lo normal, viene dado e incluso para algunos es intrínsecamente buena. Ya, ya sé que siempre hubo quien pensase que la desigualdad es funcional; lo que no había es los cojones a reconocerlo en público. Oficialmente, la igualdad era el objetivo a lograr por todos.
En concreto, la igualdad entre hombres y mujeres ha sufrido un retroceso en el aspecto ideológico que yo creo que no es bueno. Y que conste que subrayo la palabra ideológico porque en el aspecto formal nunca tantas mujeres habían llegado tan allá. Siguen cobrando menos y haciendo peores trabajos, pero su situación mejora constantemente, a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, está toda esa mierda new age, la autoayuda y la misma ciencia seria, dando constantemente datos e interpretaciones acerca de las diferencias físicas y psíquicas entre hombres y mujeres. Se asume que las mujeres son mejores en ciertas cosas y los hombres en las restantes (que no se suelen mencionar por no parecer machista, pero eso es otro tema en el que ahora no quiero entrar). Todos los datos que se generan son para significar que somos diferentes. Y este tipo de cosas no son inocentes. Si uno observa diferencias entre unos y otros y no explica cuál es su origen, o las consecuencias de esta desigualdad, está fomentando que alguien utilice posteriormente estas conclusiones para justificar una desigualdad de trato. No se suele hacer, pero sienta las bases para que se haga. En lugar de orientar la cultura existente -los descubrimientos o conocimientos nuevos- a lograr una mayor igualdad, este tipo de presentaciones tan "frías", "ecuánimes" e "imparciales" lo que están haciendo es generar combustible para alejar más a los hombres de las mujeres. Y este combustible puede usarse para beneficiar a unos u otros, según convenga, pero para mí es algo intrínsecamente malo, y es malo porque perpetúa y justifica las desigualdades.
No estaría de más saber qué ventaja evolutiva hizo que algunas especies se diferenciasen por sexos, y qué ventaja obtenían los seres humanos antiguamente de asignar unas labores a los hombres y otras a las mujeres. Si comparamos con otras especies animales, no parece que podamos justificar las diferencias como universales y, por tanto, como una suerte de "ley natural". Está claro que todo es una cuestión de supervivencia, de adaptación al medio, y hemos llegado a un punto en el que no se obtiene una ventaja sustancial por ser diferentes, y que lo que se les exige a ambos sexos es igual. Sin embargo, esta exigencia tendría que mantenerse durante muchos miles de años para originar un cambio evolutivo, así que no creo que merezca la pena esperar. El hecho es que, en efecto, somos diferentes. Aún y para mucho tiempo.
Sin embargo, se nos ha de exigir lo mismo a unos y a otros. La igualdad entre hombres y mujeres es una exigencia normativa, una mentira biológica y cuanto más se recalque más posibilidades tiene de convertirse en una barrera infranqueable. Normalmente, cuando se produce una discusión entre amigos (o en televisión, en esos horribles programas de telerrealidad), las chicas hacen causa común contra los chicos -y viceversa- basándose en esos clichés que desembocan en "todos los hombres son iguales" y viceversa. No hay cosa que más odie. Ese tipo de discusiones nos distancian, consolidan las diferencias y ponen una piedra más en la muralla que nos separa. No estamos construyendo un mundo de iguales. Estamos fomentando el enfrentamiento, y eso no es bueno.
Como consecuencia de esta asunción de la diferencia como inevitable -porque está basada en la biología, y ante una palabra terminada en logía hay que descubrirse y rezar-, veo entre mis próximos que las mujeres se encargan de los niños y la casa, que cocinan, que los hombres van al fútbol y se arrascan los güebos mientras ellas corren frenéticas preparándolo todo. Y a nadie se le ocurre pensar que este no es el mundo en el que esperábamos vivir cuando éramos jóvenes. Es frecuente que esas mismas mujeres sobreexplotadas (que trabajan fuera y dentro de casa) se reúnan y se rían de lo inútiles que son sus maridos, de lo intuitivas y hábiles para lo social que son ellas y multitud de lugares comunes sobre las habilidades distintivas de cada sexo. Están, sin saberlo, haciéndose nudos en la soga.

2 comentarios:

Miguel García del Valle dijo...

Suena un poco a rancio.
¿Y no será que nos estamos sacudiendo este complejo (hombres y mujeres), que hemos superado esta discusión, que se hace aburrido hablar de una supuesta discriminación de las mujeres con respecto a los hombres, que hemos asumido las diferencias naturales como algo con lo que hay que convivir?
Realmente el trabajo preferido por muchas mujeres es un sueldo decentito con pocas horas de trabajo, son más reacias a sacrificar su tiempo familiar, su trabajo de jornada reducida, a cambio de una promoción profesional que pueda suponer una mejora. Quizás por eso se dice que ganan menos que los hombres.
Las cosas son como son. Los jóvenes urbanos españoles, en general están/estamos fuera de esa dialéctica. Pero no por renunciar a unos supuestos ideales sino por haberlos superado.
Las mujeres tienen todo el derecho a optar por cuidar a sus hijos más que sus maridos, si eso es lo que les pide el cuerpo. No hay por qué exigirles otra cosa en aras a una supuesta igualdad. No está mal que tengan cierta independencia económica, pero es que eso ya está asumido por todos.
Es más, las mujeres están ganando la partida a los hombres en algunos ámbitos profesionales.
No me dan ninguna lástima.

xab dijo...

Me has hecho pensar mucho sobre el tema, y he tenido que repasar lo que me ha decidido a escribir esto. Cuando voy al parque con mis hijos, los hombres somos minoría, cuando voy al súper a comprar, lo mismo. No son cosas voluntarias. Las mujeres hacen lo que tienen que hacer, que es cuidar de sus hijos cuando salen de su trabajo; los que no hacen lo que deben son sus maridos, que no se sabe dónde están durante toda la semana (quizá buscando una mejora). Lo que pasa es que no se pueden poner hijos en el mundo y luego pasar de ellos.
Ya digo. No se habla ya de igualdad, ni entre sexos ni entre ricos y pobres (así nos va, con las diferencias aumentando año tras año). Tú mismo lo dices: es un concepto que, de no mencionarlo, suena rancio.