miércoles, 27 de agosto de 2008

hijos de Ícaro

Acojonante título para el artículo de Arturo Lezcano en La Opinión. Tanto que se lo plagio para esta anotación.
Se da la circunstancia de que hace unos días un avión de Spanair cayó a tierra en el momento del despegue, flambeando a la mayoría del pasaje. Lezcano encuentra perfectamente normal que este hecho obtenga en la prensa una repercusión central, tanto por su envergadura como por el momento -agosto- de habitual sequía de contenidos para los periódicos.
Luego, el articulista acaba el texto quejándose de la limitada visión del hombre, que considera los logros tecnológicos conquistas que convierten al ser humano en divino. Me recuerda a la presunción de la prensa de la época del Titanic, adjetivándolo de imposible de hundir. ¡Qué ridículo suena aquello ahora!
Sin embargo, lo que ha ocasionado más quejas, al menos según he escuchado yo, es el tratamiento "sensacionalista" de la noticia en cuanto al relato pormenorizado de los casos personales de los pasajeros. No estoy muy seguro de que esta práctica merezca ser tachada de sensacionalismo. Lo sería con más razón la publicación de fotos de cuerpos churrascados, cosa que por lo que sé es habitual en el Perú (que cuenta con una extendida fama de prensa amarilla). Sin embargo, esta práctica de narrar en formato novelado los casos personales que llevaron a las víctimas a estar en el lugar y momento del siniestro consigue acercarnos al aspecto más humano de la cuestión.
Es una práctica iniciada, según me cuentan, por el New York Times cuando los atentados del World Trade Center del año 2001, y que aquí conocimos en los de Madrid del año 2004. Por supuesto, en aquellos momentos a nadie se le ocurrió decir que fuera una práctica innoble, o indignante para las víctmas. Allí había un enemigo a denostar, un monstruo al que había que retratar en su faceta más sanguinaria, segando con su ceguera asesina las vidas felices -o no- de personas normales, como tú y como yo, que se encontraron de golpe con una muerte ligada a la historia en el medio de su aburrida/estresante/triunfante/angustiosa/comosea rutina.
En este caso, el del avión de Spanair, no hay enemigo. Hay un accidente y nada más. La gente víctima del azar merece más intimidad en el dolor que los asesinados, supongo. Sin embargo, para mí son iguales. Son muertos en un siniestro grande. Y no estoy muy seguro de que sea lícito hacer esas semblanzas que nos mueven al sentimentalismo, a la identificación con esas personas normales que podíamos haber sido nosotros. No es que crea que no se debe; lo único cuestionable es si el lugar para hacer eso sea un diario. Por lo demás, es a mi modo de ver una forma de literatura. Es la literatura de la realidad. Es A Sangre Fría, de Truman Capote, una vez más. Pero no sé si no se estará aprovechando El País (y todos los que hacen esto) del morbo de la gente y estará ofreciéndonos un producto distinto del que dicen vendernos. Un poco como si de repente, un día, tu periódico en lugar de noticias viniese con varias páginas de pornografía explícita. A lo mejor no te disgusta, pero no es lo que estabas comprando cuando pagaste al kioskero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Durante los días siguientes al siniestro había programas en la tele a todas horas que se encargaban exlusivamente de contar historias personales de las víctimas del accidente. Es penoso que nos intenten mantener pegados a la pantalla con morbo y la desgracia ajena, pero cuando es un periódico o un telediario el que lo hace es una auténtica degradación del periodismo que pretende ser serio. Pero parece que no hay vuelta atrás, si funciona en EEUU aquí tragaremos también. Esp