miércoles, 11 de junio de 2008

Bachelet, Chacón, Obama.


Yo, como Pepiño Blanco (portavoz del partido socialista obrero español; un absoluto desconocido en EEUU), tampoco me quise pronunciar hasta ahora sobre las primarias norteamericanas por no inmiscuirme en los asuntos internos de ese gran país. Pero ahora que Hillary se ha retirado ya puedo. Y confieso que prefiero a Obama. Es cierto que, como la mayoría de los españoles que siguen de cerca las elecciones americanas, no tengo ni idea de en qué consiste el programa del candidato, pero no tiene importancia alguna, porque no tengo derecho al voto en las presidenciales americanas. Aunque sería de justicia tenerlo, por supuesto. Al fin y al cabo, es la metrópoli, la capital del imperio.

Y diréis: qué bestia que reconoce que sigue el proceso electoral sin saber qué está en juego exactamente. Ya. Es exactamente lo mismo que ocurre con los energúmenos que se congregan por millones en los estadios del mundo, sin saber o sin importarles las estrategias del juego; sólo disfrutándolo, y de paso chillando, insultando y peleándose después de emborracharse. Yo esta última parte me la salto, y me quedo sólo con el disfrute de la lucha, del enfrentamiento reglado. Que es lo que mola.

Así es que yo votaría a Obama, si pudiera, porque es el más simpático, es demócrata (demócratas=buenos; republicanos=malos; sin matices, no vayamos a aflojar a la hora de animar) y es notablemente más guapo que McCain (y que Hillary, por cierto, que se le ve tensa como quien se acaba de poner un supositorio y está intentando que no se le salga el liquidillo). Pero sobre todo es negro. Es negro y se llama Obama, casi como el archienemigo y súpermalvado Osama (que a todo esto tiene una cara beatífica que ya podía haberse pasado por Corporación Dermoestética a ponerse una cara de malo como dios -Alá- manda). Y sin embargo, los norteamericanos lo quieren. Parece que algo está moviéndose por allí.

Pero no es este el primer signo de que algo se resquebraja bajo nuestros pies. El primero, quizá desapercibido para los no chilenos poco informados, fue la toma de posesión de Michelle Bachelet como ministra de defensa en el año 2002, para ejercer el mando del ejército que asesinó a su padre y la detuvo y torturó a ella. Con dos cojones. Vaya manga de hijos de puta, los pinochetistas, por cierto. Pero ahí comenzaba el cambio.

Y luego lo más fuerte, al menos para los españoles. En el año 2008, otra mujer accede al cargo de ministra de defensa, y esta vez es una mujer embarazada de siete meses. En España, uno de los países de mayor tradición machista, la foto de la ministra Carme Chacón embarazada, pasando revista a las tropas, es un hito histórico (aunque nadie consiguió un buen ángulo, y el ministro saliente parece el jefe acompañado por la secretaria). Y no es sólo un hito local, como el de Chile. Creo y espero que sean indicadores de algo más grande.

Y por fin, tras la perseguida y la embarazada, el negro. Algo está cambiando, sí señor. Y más que tiene que cambiar.

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