jueves, 21 de mayo de 2009

Apophis, ojo al canto


Existe un asteroide grande llamado Apophis (o 99942) que tiene una órbita similar a la de la tierra, y que ambas órbitas se cruzarán en 2029 y 2036 con una proximidad entre ambos cuerpos que, de producirse una pequeña desviación, podría acabar en choque. Las consecuencias de este choque parece que serían malas tirando a catastróficas (ya sabéis: polvo en la atmósfera que oculta el sol, oscuridad, frío, no crecen los repollos, las vacas se mueren, no hay comida en los hipermercados y finalmente no hay comida en el planeta, con lo que tendremos que comer todos los días en el McDonald's del centro comercial). Las probabilidades de que ocurra esto son de 1 entre 45.000, así que si has jugado a la primitiva alguna vez que sepas que hay una probabilidad entre catorce millones de que te toque el gordo. Bien mirado, Apophis es la mejor de las loterías, pero no es para ganar, sino para perderlo todo.
Todo esto me hace pensar en lo efímero de la existencia. Frecuentemente pienso que no soy nada, que en cualquier momento un váter volador puede caer sobre mí y terminar con mi vida, sin más. Para sobrellevar esta certeza (la de la muerte, no la de que un váter caiga del cielo), las personas suelen intentar los premios de consolación. Estos premios son la creación abstracta o la concreta, pero en cualquier caso dejar algo que nos perpetúe. La creación que denomino abstracta es la aportación al conocimiento de las gentes en cualquiera de sus formas; es permanecer en el recuerdo de muchos y quizá en las bibliotecas de algunos. Lady Di es recordada por muchos, con lo que ha conseguido superar a la muerte, en cierto modo. Lo mismo podemos decir de Aristóteles, Adolfo Hitler y Marcial Lafuente Estefanía. La perpetuación que yo llamo concreta consiste en sembrar el mundo de hijos, dejando nuestros genes antes que nuestro recuerdo. Es una manera más orgánica y animal de luchar contra la muerte, pero en cualquier caso estéril; es igual de improductiva que la manera que denomino abstracta.
Lo inútil de estas pulsiones humanas para perpetuarse más allá de la muerte queda bien patente ante la posible incorporación de Apophis a la masa de la Tierra. Si desaparece la humanidad con nosotros se termina toda posibilidad de trascender. ¿Qué será de Platón o Aristóteles si no hay nadie para recordarlos ni biblioteca que se salve? ¿Acaso sobrevivirá algún humano esta catástrofe, para que queden nuestros genes por ahí repartidos? Nada de esto.
Sin embargo, ahora que lo pienso, al no existir humanos es posible que alguna obra de arte permanezca, siempre y cuando resista las inclemencias del tiempo. No sé, pero creo que una buena idea es hacerse escultor de lonsdaleíta, aunque al ser un material procedente de meteoritos tendré que esperar a que caiga el asteroide este, y luego darme prisa en esculpir.
¿Qué harías si finalmente cae el pedrusco, suponiendo que cayese lejos y que te faltasen meses para morir consumido? ¿Defenderías a tu familia asesinando a todo el que vieses? ¿Por el contrario, matarías a los tuyos para que no sufrieran, como hacen los cowboys de las películas con sus caballos? ¿Harías todas las burradas posibles con los demás y contigo, sabiendo que no importarían las consecuencias?

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