jueves, 8 de enero de 2009

selección nacional gallega de fútbol

El miércoles, Arturo Lezcano Fernández nos obsequiaba con un artículo (en gallego, aunque ya os lo explico yo) sobre las selecciones nacionales gallega, vasca (o euskara, o como quieran los asesinos de ETA, herederos ideológicos del protonazi Sabino Arana, que se les llame en este último minuto) y catalana.
Fantasea Lezcano con una final de la copa de Europa, en un futuro, entre las selecciones nacionales española y gallega. Por el tono y el final se entiende que está de acuerdo con la existencia de la selección gallega, y por tanto con las otras dos.
Como muchos sabréis, en España no existe una verdadera conciencia de pertenencia al país. En al menos tres zonas hay una tendencia nacionalista periférica relativamente acusada; digo relativamente porque estas tendencias son minoritarias en Galicia y País Vasco, y más notable en Cataluña, aunque no creo que sea mayoritaria. Esto quiere decir que en estos lugares lo que es más "in", moderno y "como hay que ser" es ser nacionalista, y lo opuesto (ser nacionalista español) es reseso, viejo y trasnochado. Quede claro desde un principio que ambas opciones -usualmente talibánicas- se me hacen casi casi igual de vomitivas. Políticamente le encuentro muchísimo sentido, no obstante, a las opciones nacionalistas periféricas por cuanto satisfacen la necesidad de mejorar a costa del resto. Es normal que cada uno vote a favor de sus intereses (de hecho, yo voto siempre al BNG).
Ahora voy con lo del fútbol. La existencia de una selección nacional española, con un gordo vestido de rojo y amarillo, con boina descomunal, tocando el bombo (y tocándole los cojones a los espectadores circundantes) es ya motivo para abominar de la selección española de fútbol, y de la propia idea de España. Pero es que ya estoy imaginándome a Pepiño el de la gaita, un diota semejante a Manolo el del bombo, con una gaita estridente enorme, 
de fol azul celeste, perforándoles los tímpanos a los adyacentes y adsufrientes. Pienso, sin embargo, que tanto los afectados por el bombo como los de la gaita tienen bien merecido su castigo por acudir a partidos de la selección nacional de fútbol que sea. No hay cosa más estúpida que el patriotismo, y si además le sumamos la afición al fútbol creo que el asunto ya no tiene remedio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se~or lento y disperso,

perdoneme la ausencia de acentos y la falta de la letra que va entre la 'n' y la 'o' de nuestro abecedario. No es por venganza a mi antiguo profesor de linguistica, un tal Pampin, simplemente le estoy escribiendo desde un ordenador gringo.

Suelo estar de acuerdo con sus comentarios vertidos en este blog. Sin embargo, yo soy aficionado al futbol. Aparte de un deporte muy divertido para jugar, me gusta mucho verlo y, sobre todo me gusta que mis equipos favoritos ganen.

No creo que haya nada malo en ser aficionado al futbol, mientras sea de una forma sana. Con esto quiero decir, alegrarse de las victorias y no olvidarse rapidito de las derrotas. Las primeras te pueden dar unos momentos de intensa alegria que siempre son buenos, sobre todo cuando el resto de las cosas solo permiten desilusiones. Que hay de malo en esto? En cuanto a la seleccion espa~ola, pues yo no soy muy patriota en muchas cosas, pero he aprendido a querer a mi pais. Claro que a esto me ayuda mucho vivir en otro pais. El triunfo de la seleccion espa~ola este pasado verano fue un acontecimiento muy bonito que me salio gratis. Fue un dia muy especial y no tuve que hacer yo nada especial yo para sentirme asi. Por que deberia sentirme mal por ello?

Creo que el futbol es una forma muy sana de que los paises se enfrenten entre ellos sin que haya muertos. No veo nada malo en ello.

En cuanto a lo de las selecciones autonomicas, no tendria problema si participasen solo en competiciones nacionales. Me parece un grave error el nacionalismo autonomico exacerbado y lo mismo me parece el llevarlo al campo deportivo.

xab dijo...

Entiendo que no es lo mismo vivir en tu sitio que en el extranjero, donde el desarraigo provoca un aumento de la nostalgia, morriña, apego al terruño o nacionalismo independentista con terrorismo masivo genocida. Lo entiendo porque lo he vivido. Por eso no estoy muy de acuerdo con esa afirmación autosuficiente de los nacionalistas españoles que es una frase hecha, de que "el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando". Si viajas por placer y poco tiempo vale, pero si vas a vivir fuera te entra un amor a la patria (la que sea) que lo flipas.
Lo del fútbol hay que entenderlo en su contexto también. Es una congregación de energúmenos con un coeficiente intelectual bajísimo (con honrosas excepciones que se adaptan a la mayoría ingiriendo el alcohol preciso) liberando sus más bajos instintos, aprovechando cobardemente la protección de la masa. El contexto al que me refiero es el de un ciudadano que el día que hay fútbol observa que las bestias que van al estadio aparcan en las aceras, en las isletas, en la puertas de los garajes y en general en sitios donde si aparcas tu coche al día siguiente no tarda ni cinco minutos en llevártelo la grúa. El día de fútbol no hay jardín, ni plaza de minusválido ni plaza de garaje privada ni vado permanente que no resulte hollado por uno de esos débiles mentales que van a descargar sus notorias frustraciones sumidos en la muchedumbre vociferante.
Pero nada más lejos de mi intención que criticar a los aficionados a esa cosa.