miércoles, 12 de noviembre de 2008

mitología griega para burras pardas V: las edades del hombre


Hasta este momento no hemos tenido en cuenta demasiado a los hombres, pero en vista que Zeus ya anda por ahí fecundando hermosos almizclados jugosos cálidos vientres humanos femeninos (¡arf, arf!) es menester que aclaremos el origen de estos hombres.
Cuando Crono, los hombres eran casi como dioses y no tenían que preocuparse por el sustento porque la tierra les daba todo aquello que necesitaban para vivir. No había frío, lluvia ni inclemencia alguna. Eran como funcionarios públicos de la mitología griega, con la diferencia de que no disputaban jamás entre ellos, y su vida discurría en fraternal armonía. Esta época es lo que Hesíodo denominó edad de oro del hombre.
Sin embargo, cuando ocurrieron las luchas que acabaron con Crono y elevaron a Zeus a la jefatura del Olimpo, esta raza de humanos fue exterminada, quedando sus espíritus como seres protectores.
La edad de plata comenzó cuando Zeus creó otros hombres, sentado con los demás dioses en mesitas bajas de escuela infantil, con nubecitas y soles pintados por las paredes. Con barro fueron modelando a todos los seres vivos, dándoles a todos ellos recursos para resistir las estaciones del año -que acababan de crear- y para procurarse alimentos. El mundo de la edad de oro había cambiado, y ya no ofrecía sus frutos de buen grado. Recuerda poderosamente esto al cambio en las condiciones de arrendamiento del mundo entre Dios y Adán y Eva. ¿Plagio? Llamémosle mejor homenaje, guiño o tributo.
Pues cuando llevaban hechos leones, armadillos, ornitorrincos, murciélagos y multitud de sierpes y gusanos (claro, es lo más fácil de hacer), comenzaron a aburrirse y se les ocurrió hacer hombres. Y los hicieron sin pelo que les protegiese, con una piel de mierda que se rompe con facilidad, débiles, poco mimetizados con el terreno, lentos, dispersos... se ve que estaban ya cansados de modelar y no se esmeraron nada con el diseño. Además, estos hombres eran infantiles, volubles y pendencieros, y terminaron dando la espalda a los propios dioses, lo que acabó cabreando a Zeus. La enemistad de Zeus es perjudicial para la salud, así que cuando se hartó de ellos los exterminó, y aquí se acaba la edad de plata del hombre. Volveré aquí dentro de poco para contar los mitos de Prometeo y Pandora, que ocurrieron durante la Edad de Plata e ilustran divinamente cualquier discurso o conferencia (aseguraos primero de que no va a haber tiempo de preguntas, no vayan a descubrir vuestras limitadas fuentes).
Luego aparece la edad de bronce del hombre, constituida por bípedos insolentes, despiadados y poco inteligentes. Lo único que hacían bien eran armas de bronce, con las que luchaban entre sí. Se aniquilaron unos a otros.
Tras la edad de bronce aparece otro linaje de hombres, en la que fue llamada edad heroica porque en ella surgieron los héroes famosos de la antigüedad (por cierto, que héroes viene de Hera, que era -sin hache- la esposa de Zeus). Estos héroes eran hijos ilegítimos de Zeus en gran parte, y por lo tanto semidioses. Por desgracia, la parte semi de la palabra definió la posibilidad de extinguirse, venciendo a la parte dioses, y eso es lo que hicieron: extinguirse.
Y entonces apareció otra generación de hombres, la que se llama Edad de Hierro. La Edad de Hierro de los hombres es la actual. Es la peor de todas. Según Hesíodo, "los hombres no cesarán de estar abrumados de trabajos y de miserias durante el día, ni de ser corrompidos durante la noche, y los Dioses les prodigarán amargas inquietudes. (…) Pero Zeus destruirá también esta generación de hombres cuando se les tornen blancos los cabellos (yo estoy al caer). (…). Los padres viejos serán despreciados por sus hijos impíos, que les dirigirán palabras injuriosas, sin temer los ojos de los Dioses. Llenos de violencia, no restituirán a sus viejos padres el precio de los cuidados que de ellos recibieron. El uno saqueará la ciudad del otro. No habrá ninguna piedad, ninguna justicia, ni buenas acciones, sino que se respetará al hombre violento e inicuo. Ni equidad, ni pudor. El malo ultrajará al mejor con palabras engañosas y perjurará. (…)."
Joder, Hesíodo, lo clavaste.

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