martes, 29 de enero de 2008

Perros mierda

Ayer por la tarde bajaba por la calle hablando por teléfono con mi mujer cuando me crucé con dos hombres jóvenes (alrededor de 30 años) y algo gordos (alrededor de 100 kg.). Uno paseaba un perro (que luego resultó ser un pitbull) y estaba meando contra la pared. El otro sólo me miraba y decía una frase que acababa en la palabra bujarra. Yo no estaba muy seguro de se dirigiesen a mí, porque no los conocía de nada e iba despistado, pero cuando pasé por delante del que meaba, me gritó "lo malo que tienes tú, hijo de puta, es que respiras". Cuantísimo odio y peligro había en esa frase, en la cara de aquel ser infecto. Entonces tuve la certeza de que la cosa iba conmigo. Me afectó tanto lo imposible de aquel suceso y la expresión amenazante de aquel energúmeno que no tuve ni reflejos para correr. No me podía creer que me estuviesen insultando. Cuando era un adolescente, en una ocasión, un absoluto desconocido me cogió por los pelos (estaba yo sentado en un escalón de un portal), me levantó la cabeza y empezó a golpearme la cara. Entonces estaba borracho, y aún así tuve reflejos para huir y refugiarme en un bar nocturno. Pero es que yo soy un adulto; tengo 42 años, dos hijos y soy funcionario público. No salgo jamás por la noche. No me emborracho ni consumo drogas ilegales. Vaya, que esto no me puede haber pasado a mí. Y sin embargo allí estaba yo, dirigiéndome a la tienda de camisetas de mi cuñado, con dos gordos insultándome sin motivo alguno.

Llegué a la tienda, le conté a la movida a la mujer que la atiende y me largué dejando la compra allí. No quería saber nada de aquel sitio, de aquel barrio ni de aquella gente. Sólo quería huir. Al irme hacia abajo saludé a Richard, que estaba en la puerta de una cafetería.

Al decidí volver a nicetrip. Necesité un rato de deambular por la zona, encontrar un cajero y parar en la cafetería de abajo, en la que estaba Richard. Aún estaba, y también estaba la policía municipal; entré a ver si tenía algo que ver el tema de los putos perros mierda esos. Y resulta que el bar es de Richard, que los pavos venían de allí y que ya es la segunda vez que van. La primera se tuvieron que ir porque había demasiada gente para atreverse a liarla, pero según salieron pararon un coche y se metieron dentro. El conductor no quería que entrasen y ellos le dieron una hostia y el pavo tuvo que llevarlos a donde quisieran. No supieron más de ellos hasta hoy.

Justo después de amenazarme a mí fueron a la parada de taxis de arriba y pretendían entrar con el pitbull en un taxi. Entonces apareció la policía (que había avisado Richard) y el taxista aprovechó para escapar.

Los policías dijeron que no se podía hacer nada hasta que no los pillasen haciendo algo. Y como siempre sucede me extrañé mucho de que no hubiese nada que hacer. Resulta que puedo ir por la calle insultando y amenazando a quien sea que no me va a ocurrir nada. Puedo secuestrar a un tipo dándole una piña en la cara y obligarle a que me lleve a donde yo quiero y la policía no puede hacerme nada. Puedo estar en un bar y liarme a pegar gritos y no me pueden hacer nada. Puedo mear en la calle y llevar a un perro peligroso sin bozal y nadie puede decirme nada. Joder, que como me diga algo un policía por echarles de comer a los patos de Santa Margarita lae arranco la cabeza.

En el momento en que me ocurrió anduve por ahí pensando que la policía debería cogerlos y forrarlos a hostias. Pensé en contratar a unos mafiosos que los matasen después de torturarlos. Pensé tantas cosas de este estilo que al final llegué a la conclusión a la que llego siempre: las víctimas son las últimas personas a las que se les debe dejar decidir sobre la manera de reprimir un delito; y estoy pensando sobre todo en el terrorismo y también en la pena de muerte. Por supuesto que si tuviese ocasión los hubiese matado. Por eso mismo no se me debe preguntar a mí qué habría que hacer con ellos. Y mucho menos se le debe permitir a la policía que actúe por su cuenta. Imaginaos que hoy les dan una buena tunda a esos y no les quedan ganas de volver a hacer el imbécil por la calle. Muy bien. Pero imaginaos que mañana esos mismos policías le dan una somanta a un tipo por llevar una camiseta que pone Kill Bush (existe), y pasado hostian a otro porque tiene mogollón de pluma… Si se les permite apalear a quien sea en función de lo que ellos opinen quizá mañana te peguen a tí por algo que no es delito (como salir con la hermana de uno de ellos).

Lo malo de esto es que ahora ando por la calle con miedo, y he perdido parte de la confianza en mí mismo. Y en mal momento, por cierto, porque he vuelto con el Cíclope.

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