martes, 14 de abril de 2009

musical basado en El Capital, de Marx

Leo que en China quieren hacer un musical basado en El Capital, de Marx. Y no me parece serio. Es más, la idea me escandaliza como escandalizaría a un católico una pasión con Cristo y los dos ladrones de vedettes, con plumas y lentejuelas.
Se pretende hacer un espectáculo al estilo de Broadway en el que unos trabajadores descubren que su empleador se lucra a su costa, y así plasmar en una historia amena el concepto de plusvalía. No sé por qué detenerse en la plusvalía, y no lanzarse también a la lógica dialéctica, al concepto de dinero… sospecho que lo que quieren es reservar estos temas tan propicios al jolgorio, tan sugerentes, para posteriores montajes, dado el éxito arrollador que se le augura a este. No quieren gastar toda la pólvora de una vez; no son listos ni nada, los chinos.
Lo que no comprendo bien es por qué teniendo una tradición tan consolidada de ópera (enlace a YouTube con subtítulos, afortunadamente), que tanta emoción y pelos de punta ha extendido por doquier, van a componer con el estilo importado de norteamérica, tan caro a la comunidad gay mundial, pero tan poco afín al idealismo hegeliano. Ellos sabrán.
Hoy, mientras conducía hacia casa, me dio por pensar en cómo esos adalides de la revolución posmaoísta pondrán al alcance del público llano -o plano, más bien- mundial el concepto de plusvalía. Lo primero que hay que escoger bien son los nombres. Como se trata de chinos, y es un musical americano, habrá que dejarse llevar por el chiste obvio y basto, porque hoy eso resulta transgresor. Así, yo propondría para nombre del explotador Chin-gón; para el explotado que se da cuenta de que lo es, Chin-gao. Para el personaje que permanece enajenado, alienado de su condición de proletario, el nombre apropiado es Chin-tonic, y su hijo Chin-toni-son. Con estos personajes ya podemos elaborar un libreto como para engullir el mundo entero embadurnado con ketchup.
En el primer acto nos encontraríamos a Chin-gao y Chin-tonic trabajando en una máquina enorme (todo el escenario estaría poblado de engranajes y poleas, muy tipo Tiempos Modernos, de Chaplin). Al tiempo que realizan un trabajo repetitivo cuyo objeto es imposible conocer, moviendo palancas para que todas las ruedas giren, tienen una conversación sobre el sentido de su trabajo. Mientras Chin-gao habla de que su familia no tiene comida suficiente, Chin-tonic lo justifica diciendo que Chin-gon no puede pagar más porque no gana mucho dinero, con toda la competencia que hay. En eso aparece en escena el hijo de Chin-tonic, Chin-toni-son, y se marca un baile que desemboca en una canción espectacular en la que señala a la máquina diciendo: nadie sabe qué produce, pero yo ya estoy ahorrando para uno. Todos los personajes se lanzan a un frenético baile de movimiento robótico perfectamente sincronizado, como un ejército de autómatas.
Cuando se abre el telón, aparece Chin-gao cantando la bonitísima balada "mis manos amasan el pan pero yo no me jalo una rosca", y poco a poco van entrando en escena, silenciosamente, al fondo, varias siluetas que terminan siendo una multitud de trabajadores; la canción va in crescendo hasta convertirse en un himno, y el escenario se va iluminando poco a poco hasta que, en un apoteosis final, cada uno de los trabajadores extiende el brazo mostrando pequeños libros rojos. La canción termina con todos los trabajadores haciendo un casteller.
El momento en el que la teoría y la praxis se abrazan, en un espiral como para ponérsela tiesa a la momia de Amenothep IV, es el que firma Chin-gon al cantar "ahora sí que me estoy forrando, leches". El cantante se ve sorprendido por la aparición de Chin-gao, que le dice que con su sueldo a duras penas puede comprar una unidad de lo que produce en centenares a lo largo del día; compungido, termina cantando bajo un foco, con todo el escenario a oscuras, la hermosísima canción "la propiedad de los medios de producción hace que tú te jartes a ganar mientras yo ligo menos que el chófer del Papa (y eso que el que curra soy yo)". Siendo la carga lírica de la letra más bien escasa, se apoya con una música de singular intensidad, que consigue conmovernos a pesar de todo.
Por fin, calculo que al final se tendrá que plasmar el triunfo de la revolución. La escena comenzará con la máquina de la fábrica de Chin-gon, esta vez viéndose el producto que Chin-gao, Chin-tonic y Chin-toni-son van sacando y apilando para su transporte: son pequeños libros rojos. El escenario de la máquina gira, mostrando una gran plaza, mientras las luces se encienden y aparecen las masas desfilando con unos gorros simulando ojivas nucleares. La música será una marcha marcial y sincopada. Los trabajadores irán pasando por una tribuna en la que Chin-gon, vestido con el uniforme maoísta, reparte pequeños libros rojos. 
Et voilá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jejeje buena entrada