jueves, 11 de diciembre de 2008

super size me


Ayer terminamos de ver el documental Super size Me. Siempre que vemos algo de más de 40' nos quedamos dormidos y tenemos que dejarlo para el día siguiente. Nos hemos hecho viejos.
SSM trata de un hombre normal que decide hacer la prueba de que la comida de Mc Donald's es mala para la salud y que no se puede consumir frecuentemente sin poner en riesgo serio su salud. Para ello, va a estar un mes entero desayunando, comiendo y cenando en McDonald's. Tiene que consumir sólo cosas de allí, y si le ofrecen el tamaño gigante (super size) debe cogerlo. Para el experimento se somete a la observación de médicos y expertos en nutrición para que realicen un seguimiento exhaustivo de los cambios ocurridos en su cuerpo.
Al comenzar, Morgan Spurlock era una persona perfectamente sana y con unas dimensiones equilibradas, pero a medida que transcurren los días comienza a adquirir grasa, su corazón y su hígado se resienten y sus indicadores en sangre indican un serio peligro para su salud. Hacia el final incluso comienza a sufrir cierto grado de depresión que se soluciona al comer (adicción), y su vida sexual desaparece. Al terminar había ganado 11 kilos, de los que no se desprendió hasta 14 meses después, siguiendo una estricta dieta controlada. Toda esta historia va aliñada con datos sobre la obesidad en USA, entrevistas con expertos, gente normal y representantes de la industria alimentaria.
La película se ve con muchísimo agrado, el protagonista, guionista, director y casi todo en la peli es un tipo agradable, un hombre normal y simpático. El documental tuvo un éxito brutal en todo el mundo, y eso que es de súper bajo presupuesto.
Lo que vimos nos sorprendió, aunque no tanto por el efecto en el protagonista, que era previsible (además yo ya había hojeado el libro), sino sobre todo por las imágenes y los datos que se refieren a la sociedad norteamericana. Es horrible ver el gran porcentaje de población obesa, que se sepa por qué y que el poder de los lobbies de la industria alimentaria evite toda acción en contra. Yo ya había leído el libro Fast Food Nation, acerca del poder de estas industrias y de los métodos de penetración en el mercado, y sobre todo sobre sus métodos de elaboración de productos para conseguir un mayor consumo, independientemente de las verdaderas necesidades de los consumidores.
Estos sitios se basan, para elaborar productos existosos, en una característica del cuerpo humano por la que los sabores más agradables son los dulces. Por otro lado, las grasas tienen una permanencia mayor en nuestras papilas gustativas que otros nutrientes, por lo que resultan también más atractivas al que las come. Estas reacciones a la comida de nuestro cuerpo es posible que fueran útiles en un ámbito de escasez, y son rasgos muy positivos que nos han permitido sobrevivir durante estos últimos milenios. Lo malo es que últimamente la comida abunda en occidente, y estos rasgos que incitaban a nuestro cuerpo a hacerse preferentemente con los alimentos más energéticos (glucosas) y generadores de reservas (grasas) son ahora disfuncionales. No obstante, eso al capitalismo de la grasa saturada le da lo mismo. Quieren tu dinero, y cuánto más a menudo se lo entregues, mejor.
Las cantidades de los menús que se consumen en USA son brutales. Sirven una especie de bidones de refrescos carbónicos azucarados, de dos litros, que producen vómitos sólo de verlos. Un tipo que aparece dice que él se bebía cuatro de esos al día. Lo dice desde la cama del hospital al que ha ido para coserse el estómago. Son tan asquerosamente indolentes, tan repugnantemente faltos de voluntad que, en lugar de hacer el esfuerzo por cambiar sus hábitos, encuentran mejor someterse a cirugía para grapar su estómago por la mitad, para que no quepa tanta comida. Es asqueroso. Sobre todo si pensamos en la mayor parte de la humanidad, que carece de lo esencial.
Y lo peor es que a mí me encanta ir a esos sitios (bueno, un poco menos desde que en una hamburguesa me vino un pelo como de 20 cm., de esos que no te das cuenta de que están hasta que tiras de él y notas que el otro extremo viene desde tu garganta; me dieron ganas de vomitar toda esa comida asquerosa, y pensé: si tiene un pelo sabe dios a qué más pudo haber dado cobijo, en su safari del colibacilo). También llevo con relativa frecuencia a mis hijos a esos sitios (hasta tres veces en un mes), y encima ellos se lo toman como un acontecimiento (quizá deba ponerles la peli). Por otro lado, he observado que podría tomar cantidades inmensas de esa comida, si me dejara llevar. Algunas veces me compro un menú (tamaño normal) y una hamburguesa de oferta a mayores, y cuando acabo volvería a empezar. Nunca salí de uno de esos sitios (me niego a llamar a eso restaurante) verdaderamente saciado.
Oh, dios, esto es como el tabaco. No sé si debo abandonarlo por completo y para siempre, o si será mejor pensárselo tranquilamente, fumando un pitillito.


publicado desde móvil (sin enlaces; el aclamado dispositivo blackberry no los permite)

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