martes, 30 de septiembre de 2008

todos mienten (II)


Aunque ya he fabulado sobre este artículo de El País, quiero contar otra historia que recuerdo y que viene perfectamente a cuento. Pero antes, y acerca del artículo y de lo que cuenta, creo que debo significar que este tipo de mensajes no son una botella de un náufrago, esporádica, que llega a la playa. Normalmente, cuando leemos con relativa frecuencia y desde varias fuentes algo contemplado como tendencia (un tiempo fueron los alimentos transgénicos, luego la energía atómica, y ahora el frente es la libertad de expresión -y, por qué no, de mentira- en internet), es que los políticos están poniendo a funcionar sus medios afines para crear un ambiente que les permita dar un paso impopular, ilegítimo, espurio o directamente ilegal. Así pues, más vale estar atentos.
La anécdota sucedió hace unos cuantos años, cuando era más joven, tenía más tiempo y era más curioso aún que ahora. En una ocasión, un amigo mío que militaba en una organización ecologista me pidió que le acompañara al Parlamento Gallego a hablar con un ex-presidente de la Xunta de Galicia, entonces en la oposición, para conseguir su apoyo en contra de una medida notoriamente lesiva al medio ambiente. Ahora no recuerdo bien en qué consistía lo que quería hacer la derecha en el poder, pero era algo relativo con las subvenciones a la plantación de eucaliptos, o una fábrica de celulosas, o algo así. En realidad da lo mismo la cosa concreta, y si tenía mi amigo razón o no.
Estuve en la entrevista con el señor González Laxe, que estuvo en todo de acuerdo con mi amigo. Yo salí de allí con la convicción de que el PP (Partido Popular, de derechas) iba a tener difícil aprobar aquello, por la enorme oposición que nos mostró el jefe del PSOE (Partido Socialista Obrero Español, supuestamente de izquierdas). Sin embargo, mi amigo me dijo que no me creyese nada, que hasta que no viese el debate no estaba nada seguro. Nos fuimos a la sala de sesiones, y nos sentamos entre el público.
No recuerdo la intervención del representante del PP, ni quién era. Obviamente, habló a favor del proyecto contra el que estaban todos los grupos ecologistas de Galicia. Luego subió al estrado un tal Francisco Sineiro, del PSOE, que había sido Conselleiro de agricultura. Y comenzó a hablar. Yo no podía creerme lo que escuchaba. Por la boca del diputado salía exactamente lo contrario de lo que nos acababa de decir el jefe de su partido. Sineiro declaró su adhesión absoluta el proyecto contra el que se había manifestado sin ninguna duda Laxe pocos minutos antes. Me quedé boquiabierto, y mi amigo me miró, se rió y me dijo que de los políticos no podías fiarte nunca.
Pues bien; sigo sin entender qué fue lo que sucedió allí, pero quizá podría tener alguna pista, y no me hubiera tomado tan de sorpresa lo ocurrido, si los políticos fueran evaluados y ordenados públicamente según su nivel de fiabilidad. Según lo que hubieran mentido a lo largo de su vida política, obtendrían un índice público de fiabilidad. Por ejemplo, González Laxe (si siguiera en política) tendría un índice de mentira bastante alto. En realidad, no creo que ningún político fuese merecedor de un aprobado en veracidad. La mentira es intrínseca a su condición. Y por eso no creo que sean ellos quiénes para sugerir (y menos para determinar) si las páginas o blogs de internet son o no fiables.
Los políticos que mienten, que defraudan a sus votantes, obtienen su merecido en las urnas. Los blogs que no gustan (mientan o no) no son leídos. Las personas que mienten se descubren en seguida y quienes las conocen no se fían de lo que dicen. Pero todos, blogueros, políticos y personas en general, tienen la libertad de decir o no la verdad, y no hay nadie con derecho a coartar su libertad de expresión.
He dicho.

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