viernes, 25 de julio de 2008

Cholo

El camping al que fuimos el fin de semana ese que fuimos de camping (no hace falta más aclaración: no vamos a ir nunca más y hacía más de diez años que no íbamos mi mujer y yo) no sólo ocurrió lo que ya conté. Se me quedó sin contar algo importante, que quizá sea LO MÁS IMPORTANTE. He reservado para mejor ocasión la reseña acerca de Cholo, el dueño y/o gerente del camping. Y la ocasión se ha presentado.

Cholo es un paisano cuyo culo comienza en el medio de la espalda, que es donde le nacen los primeros pelillos. Anda siempre con un pantalón corto y un niky, aunque a veces el niky desaparece para que podamos observar el origen y promesa de la pelambrera de alrededor del ojete. Su barriga traza un semicírculo que, si buscamos un acuerdo con su culo prominente, determina una S perfecta. Esto en cuanto al continente.

El contenido de Cholo es el de un vigilante nato. Es ese tipo de persona que en las dictaduras hispanoamericanas hacen sargento y termina sus días siendo juzgado por crímenes contra la humanidad. Ya estés sacándote las tapas de entre los dientes con la seda dental, o afeitándote, o rascándote el sobaco con placer, en el fondo, reflejado en el espejo, siempre estará la imagen pequeñita de Cholo. Es un ojito omnipresente, un Gran Hermano de todo a cien, un 007 de la señorita Pepis.

Pero donde Cholo se realiza verdaderamente es en las tareas de piscina. Ahí es donde el Cholo deshidratado se esponja con el agua, se hincha y reverdece con todas sus propiedades nutritivas.
Cholo es por definición ubicuo, pero es en el entorno piscinero (o piscinante) donde se muestra más concreta y abiertamente. Disfruta interceptando a los niños al entrar en el recinto piscínico (o piscinoso) para ordenarles que se quiten las chanclas, que las dejen allí -o aquí, siempre en lugar distinto al elegido-, que se laven los pies, que se duchen, que no jueguen, que no coman, que no rían, que no defequen, que no vomiten, que respiren con las dos fosas, que su cuerpo se desarrolle simétricamente... Cholo ha descubierto que el ámbito infantil es el ideal para la realización de sus ansias de dominación. No responden, no piden libro de reclamaciones, no contraofertan un par de hostias, no; sólo obedecen. Son súbditos perfectos.

Cholo, en el recinto piscinario (o piscinal) está siempre pendiente de que las losas estén constantemente empapadas. En cuanto ve una zona seca, agarra la manguera y fabrica unos cuantos charcos, acto cuyas consecuencias inmediatas son que se te empapen las bolsas -con su contenido- y que resbales como si tus pies se hubiesen metamorfoseado en babosas. Otro placer de Cholo es esperar a que varios niños se sienten en uno de los dos jacuzzi para, sin causa aparente, expulsarlos de allí con apremio. Esto de los niños en los jacuzzi es una de tantas normas aleatorias no escritas que erráticamente impone Cholo. De repente siente la necesidad de afirmar su poder, escoge una víctima indefensa y se abate sobre ella. Los niños asumen su presencia como una fuerza de la naturaleza, igual que los primitivos convivían con volcanes, tigres dientes de sable y el monolito de 2001.

Entre las muchas normas sí escritas de la zona piscinoide (o piscinada) está una que no consigo entender; no la recuerdo exactamente pero dice algo así como que no se puede superar la capacidad del vaso, que está fijada en 60 personas. No sé si este límite se refiere a la piscina grande o a los jacuzzi. Si es a la piscina grande no entiendo el motivo, más allá que la necesidad compulsiva de Cholo de tocar los cojones. Si esta norma atañe a los jacuzzi ya me extraña más, porque son tan pequeños que si consigues meter a 60 en uno, sólo te falta un notario que certifique el record Guinness.

Como dije antes, el tipo de persona encarnada en Cholo es el de los grandes hombres que enriquecieron la historia del s.XX: Hitler, Pinochet, Stalin, Idi Amin… Claro que a éstos el azar los colocó en situación de alcanzar el poder. Ya podía el hijo de puta del azar haberlos puesto a vigilar una piscina o un camping.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

GENIAL,
Pero quizá te faltó añadir alguna referencia en el modus operandi del interfecto:
usaba la bici en sus labores de vigilancia, por ejemplo, el domingo a las 12 y 1 minuto, observó nuestras parcelas...

Anónimo dijo...

bolaño se describio a si mismo en su novela mas afamada, y con maestria, como vigilante (pero enrollado y setentero) en un camping de lugo y ahora es EL literato de culto. Prueba a ver con cholo