sábado, 14 de junio de 2008

Freud y esas manchas en la taza del WC


El concepto freudiano de envidia del pene, que aqueja a las niñas por concebir el órgano sexual masculino como una expresión desarrollada de su clítoris ha sido criticado profusamente por el movimiento feminista.
"la niña observa el genital masculino, asumiéndolo como el equivalente superior de su propio órgano, a partir de lo cual surge la envidia de pene"

Sin embargo, hoy yo tengo algo que decir para dilucidar este problema. Freud nos se atrevió a llegar tan lejos, y las feministas -por motivos obvios- carecían de elementos de juicio al respecto. Es por esto que, viendo que la humanidad no ha sido capaz aún de poner negro sobre blanco este problema, me lanzo y me expongo al rechazo y la incomprensión mundial. A riesgo de ser un nuevo Miguel Servet, un Galileo, voy a redefinir hoy la explicación de la envidia del pene de Freud.
En efecto, esta envidia existe, y diré que es una pulsión atávica cuya explicación no se halla en el ámbito de lo racional. No. Las mujeres lo sufren, pero no por motivos que puedan fácilmente explicar. Ni siquiera se trata de un sufrimiento explícito, cuyo origen sea percibido claramente por la mayoría de las mujeres. Es algo que está ahí, latente, jodiéndolo todo. Y procede de un motivo de fácil explicación, pero que los tabús sociales acerca de las heces no han permitido a los hombres explicar hasta ahora.
Fíjense ahora por favor especialmente las mujeres que me leen (sí; las dos), porque esto es algo que no podéis conocer por propia experiencia, pero que está en el fondo de vuestro cerebro, en el negociado de instintos prehistóricos, en esa caja de cartón que dice "puntos compartidos con el trilobites". Los hombres podemos hacer una cosa y vosotras no. Cuando vamos a orinar a un water público, afrontando olores y texturas difícilmente asumibles, lo primero que miramos en la taza es si hay zurraspas (aquí introduzco dos paréntesis; el primero, que en España según el argot callejero zurraspa es una mancha de caca que puede encontrarse adherida a la blanca porcelana del retrete o en ocasiones a la ropa interior de una persona desaseada; el segundo paréntesis es este:). ¿Por qué a los hombres nos interesan tanto las zurraspas?, pensaréis angustiadas; pues muy sencillo. No hay cosa más divertida y que satisfaga más que orinar dirigiendo el chorro a estas manchas, e irlas disolviendo con el pis, ejerciendo con nuestro pene la función del compresor que se usa para petrolear los motores. Nos encontramos, en la práctica de esta divertida actividad, con mierdas indelebles que ni el más ejercitado esfínter es capaz de remover. Hay manchas que, a pesar de parecer de las imborrables, tras insistir un poco se conoce que al remojarse se ablandan y terminan yéndose, no sin esfuerzo y voluntad. Otras mierdas son claramente masivas, de textura blanda, e indican dietas ricas en fruta y verdura. Estas cacas pastosas dejan capas gruesas de adherencias en la superficie de la loza, y requieren un gran volumen de orina para ser totalmente eliminadas. Con frecuencia la vejiga se vacía antes de terminar el trabajo, pero nosotros nos lo tomamos con deportividad; unas veces se gana y otras se pierde. Lo que importa no es ganar, sino participar.
No es extraño, pues, que las mujeres sientan esta envidia desde los más hondo, y no porque conozcan el origen, sino porque en un tiempo anterior de la evolución animal, nuestros antepasados menos complejos no tenían formas tan diferenciadas por sexos, y por lo tanto los apéndices destinados a la eliminación de orina eran similares o no tan distintos como ahora, y ellas podían, como nosotros disfrutar de esta actividad lúdica, relajante, estimulante y enriquecedora. Recurriendo al mito cristiano, podemos añadir otra condena a Eva por aquello de la manzana (que en otro momento, si tengo tiempo y ganas, comentaré).
Como corolario de esto, y conclusión menor, diré que este deporte nacido del instinto animal es la explicación de que los hombres seamos, unos más que otros, reacios al uso de la escobilla del wáter (ese gran desconocido). No queremos privar al siguiente visitante del placer de eliminar nuestras zurraspas. Es lo que podríamos llamar "solidaridad de género" (del género guarro).

1 comentario:

Anónimo dijo...

que asssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssscoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo por diosssssssssssssssssss