miércoles, 23 de abril de 2008

mitología griega para burras pardas IV: nacimiento de Atenea


Zeus, que era muy rijoso, andaba palote perdido por Metis, persiguiéndola a pollazos por el olimpo todo. Metis se convertía ora en mariposilla ora en castorcito ora en protozoo unicelular, pero el Zeus, que cuando andaba verraco no reparaba la encontraba siempre y embestía con el ariete palpitoso. Así anduvieron hasta que pasó lo que tenía que pasar, y es que Zeus enhebró en el ojal de Metis y esta vino a quedar embarazada, que no olvidemos que Zeus era un Dios, y sus espermatozoides eran más voluntariosos que el salmón escocés.

En tanto estaba Metis con el bombo por ahí, sin ganas de transformarse en nada, el oráculo de la Madre Tierra, metomentodo como tertulia radiofónica, vino a decir que Metis tendría una hija, y después un hijo, y que este último había de derrocar a Zeus como hicieran antes éste con su padre, y su padre con el abuelo Urano. Como ya iban tres generaciones de tormentosa relación paternofilial, Zeus no quiso tentar a la suerte y decidió poner solución. Le dijo a Metis que se acercase, que quería contarle un secretito, y abriendo una boca como la del metro se la tragó entera.

Nunca se supo más de Metis, aunque Zeus tuviese el morro más adelante de asegurar que le aconsejaba desde el vientre (probablemente fueran gases). Sin embargo, al cabo de un tiempo Zeus comenzó a sufrir horribles jaquecas, y tantísimo se quejaba, con gritos tan terribles, que alertó a Hermes, y vino en su ayuda. Hermes llamó a Hefesto para que, con su cincel, le abriese un hueco en el cráneo a Zeus. Del agujero surgió Atenea, totalmente armada y pegando un chillido bestial.

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