jueves, 8 de noviembre de 2007

A vueltas con las sectas


Dándole unas vueltas a la noticia sobre la cienciología he vuelto a reflexionar sobre el tema de las religiones como movimiento social e ideológico. El punto de partida es la pregunta de por qué las religiones no institucionalizadas (lo que vulgarmente se llama secta) me producen un miedo atroz, mientras que ningún movimiento político me produce temor.

Antes de nada, debo matizar algo lo que escribo. Cuando hablo de religiones institucionalizadas me refiero a religiones que encajan en mi sistema político; dado que hablo desde un país bajo un sistema democrático liberal, pues se entiende que me refiero a aquellas manifestaciones religiosas que no pretenden oponerse ni invadir el ámbito político, como la parte de la religión católica que se limita a su campo natural (o, mejor dicho, sobrenatural), el islam no yihadista, el conglomerado protestante-luterano, etc. Podemos hablar, en definitiva, de religiones que se limitan a facilitar a sus fieles una explicación del más allá, dejando el más acá para la política (sea esta la macropolítica del Gobierno tanto como la micro de la Comunidad de Vecinos de tu casa). La cuestión se torna peligrosa cuando una religión pretende invadir el terreno de acá, porque la gestión de lo incomprensible e indemostrable sólo atañe a las personas que confiesan creer en esa gestión, pero cuando se entra en la política está construyendo un sistema que pretende influir en todos los ciudadanos, creyentes o no; y lo peor es que ese sistema que se lucha por imponer, que es político, se va a basar en lo mismo que el religioso en el que tiene su origen: en algo indemostrable (palabra revelada/inventada por un/unos iluminado/s, más o menos antiguo/s), por lo que abandona la razón y se interna en un mundo semimágico.

Que la base de los movimientos religiosos que invaden la política sea la misma para la religión que para la política acarrea un contrasentido en sí. Tengamos en cuenta que los movimientos religiosos pretenden adaptar las personas al mundo, siendo éste dado, mientras que los movimientos políticos pretenden adaptar el mundo a las personas. Si un movimiento de base religiosa (que pretende que el mundo es como es y que las personas han de adaptarse a él) se inmiscuye en política, tiende a arrastrar este orden de cosas, en el que el hombre no es susceptible de cambiar las cosas, sino que ha de aguantarse con lo que hay. Por lo tanto, suele degenerar en un sistema político en el que la persona está por detrás de lo divino, y esto da normalmente en un sistema dictatorial.

Está claro que un sistema político y uno religioso pueden convivir en la medida en que se limite cada uno a su ámbito propio: la religión a explicar lo que no tiene explicación porque no puede ser conocido (en esencia, lo que ocurre antes de nacer y después de morir, sin querer entrar en más honduras en este momento), y la política a hacer la organización de la sociedad más adecuada para la perpetuación y bienestar del ser humano.

Sin embargo, esta explicación no aclara por qué me da miedo la iglesia de la cienciología, ni el partido humanista, ni los moon, ni nueva acrópolis, etc. Sí explica, no obstante, la sharia de los musulmanes, que es un cuerpo legislativo imperfecto porque no se basa en los deseos de los ciudadanos sino en lo que Mahoma creyó hace un montón de años que les vendría bien a sus descendientes, reinterpretado por unos señores con túnicas blancas o negras, barba larga y cara de contar muy bien los chistes.

No queda la pregunta inicial respondida, así que tendré que volver sobre el tema. Espero que me perdonen.

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